El delantero ucraniano inspira hondo, toma carrera y lanza el penalti. Uno termina con el AC Milán levantando la 6ª Copa de Europa. El otro se lleva la “Orejona” a la ciudad de los Beatles.
El delantero ucraniano, uno de los mejores delanteros del siglo XXI no es nuestro protagonista de hoy. Hoy recordamos el milagro de Estambul, una de las mejores finales en la historia del fútbol mundial.
Lejos de la crisis que asola a los “rossoneri” en la actualidad, entre 2003 y 2007 ganó dos Copas de Europa y perdió una final que tenía ganada en 2005. El Milan de Carlo Ancelotti era una auténtica apisonadora.
Su contendiente aquel 25 de mayo de 2005 en el Atatürk era el “Spanish” Liverpool de Rafa Benítez. Los “Reds” llevaban 21 años sin ganar la Copa de Europa. Concretamente desde aquella mágica noche de 1984 en la ciudad eterna, con Grobbelaar como inesperado héroe.

La Premier se les resistía (y se les sigue resistiendo). Llevaban 4 años sin tocar metal, y, eso para un grande de Europa es demasiado tiempo. Su última hazaña era el triplete de 2001 (FA Cup, Copa de la Liga y Copa de la UEFA).
Un camino dispar hacia Estambul
El camino hasta la final de Turquía había sido prácticamente impoluto para los “rosonneri”, apenas una derrota en la fase de grupos contra el Barcelona de Ronaldinho.
En octavos doblegaron al Manchester United, en cuartos pasaron por encima de su vecino el Inter y en semifinales saldaron la ida con un apacible 2-0 frente al PSV. En el Philips Stadion se llevaron un susto de los gordos hasta que Ambrosini les dio el pase a la final en el descuento.
Por su parte los chicos de Liverpool se clasificaron “in extremis” en la fase de grupos, empatando a puntos con el tercero, Olympiakos.
En las eliminatorias doblegaron al Bayern Leverkusen (finalista 3 años antes), Juventus y en “semis” les esperaba una dura batalla contra el aguerrido Chelsea de Mourinho que decidió un gol fantasma de Luis García en Anfield.

45 minutos de ensueño
Nada más comenzar “Il Bello” pone de cara la final para los «rossoneri«. Corría el primer minuto cuando el capitán milanista remachó a la red una falta botada por Andrea Pirlo.
Todo se ponía de cara para los milanistas. Dominaban el juego y las mejores ocasiones eran en la portería de Dudek. Cada córner era un suplicio para la defensa “Red”.
Un gol de Shevchenko fue anulado por fuera de juego. Desde el principio se vio que no iba a ser la noche de la estrella ucraniana.
Así se llegó a los cinco minutos de la locura. Del 39’ al 44’. Crespo hacía el segundo aprovechando el pase de la muerte de su compañero en la vanguardia milanista.
Al filo del descanso “Valdanito” iba a poner la puntilla (o al menos eso pensaban). El delantero argentino aprovecha un pase estratosférico de Kaká para picarla por encima del portero del Liverpool. Objetivo cumplido.

Jamás, en las 49 ediciones anteriores de la competición un equipo había sido capaz de remontar tres goles en una final. Los jugadores del Liverpool sólo tenían 45 minutos para lograrlo.
Jugadores y técnicos del equipo inglés marchaban cabizbajos hacia los vestuarios, mientras sus aficionados, desolados pero siempre estoicos les recordaban a capella que nunca caminarán solos.
Entorno al discurso de Benítez en el intermedio hay mucha leyenda. El técnico madrileño insiste en que no fue tan poético como se ha comentado en numerosas ocasiones.
Sea como fuere. La charla, la mística del “You’ll Never Walk Alone” y el peso de una camiseta histórica dieron alas a los jugadores, que salieron literalmente a comerse el césped.

Machada en 6 minutos
En la historia de la competición hemos asistido a remontadas históricas, sin ir más lejos en la presente edición ha habido unas cuantas. Pero nunca una como esta. Nada se puede comparar con el milagro de Estambul.
Como es lógico los “Reds” se volcaron y a la contra sus rivales tuvieron varias opciones para sentenciar el partido. Un preciso centro de Riise fue rematado vigorosamente por el «8» inglés al fondo de las mallas. Tenía que ser Gerrard. El aguerrido capitán daba esperanzas.
Corría el minuto 54 y pese a ir dos goles abajo el miedo cambiaba de bando. Más si cabe cuando dos minutos después el checo Smicer enganchaba un derechazo que se colaba junto al palo de Dida.

En el 60’ llega el delirio. Carragher filtra un balón al área, Baros cede de tacón para la imponente cabalgada del capitán que es derribado por Gattuso. Penalti. Un imberbe Xabi Alonso cariacontecido asume la responsabilidad.
El tolosarra chuta blandito pero ajustado al palo. Dida pone la mano dura y el balón queda muerto en el área pequeña. Xabi empujado por millones de aficionados “Reds” corre como un gamo e introduce el balón en la portería. Empate a 3. Habían obrado el milagro. 6 minutos les habían bastado para lograrlo.
Empezaba un nuevo partido, pero se habían cambiado las tornas. El inexpugnable Milán era ahora un muñeco de trapo zarandeado una y otra vez por el equipo inglés.
Ambos contendientes iban a tumba abierta. Nadie se guardaba nada y las ocasiones se sucedían en las dos porterías.
El espíritu de Grobbelaar
Ninguna fue tan clara como las dos que tuvo en sus botas Shevchenko. El Balón de Oro de la campaña anterior ajustó su tiro al palo, pero Traoré se la sacó en la misma línea.
Más clara fue la siguiente. A escasos minutos para el final de la prórroga. Serginho cuelga un balón desde la izquierda. El “7” milanista remata de cabeza. Para Dudek. Él mismo recoge el rechace y en boca de gol se topa de nuevo con el portero polaco. El bueno de Sheva jamás olvidará aquella noche de Estambul.
La “Orejona” se decidía desde los once metros. Dos años antes el Milán la había ganado en esta suerte ante la Juventus, y 21 años atrás el Liverpool había alzado su cuarto título tras derrotar a la Roma en su propio estadio desde el punto de penalti.

Jerzey Dudek decidió emular el bailecito del zimbabuense Grobbelaar y surgió efecto. Serginho y Pirlo fallaron los dos primeros lanzamientos. Hamann y Cissé anotaban para los “Reds”.
Tomasson marcaba el primer penalti milanista, mientras Riise fallaba el primero de los suyos. Kaká ponía esperanzas para los “rossoneri”. Smicer dejaba a los suyos al borde la victoria.
Una victoria que iba a rubricar Dudek ¿Ante quién? Ya dijimos que no fue su noche. Si dos años antes Shevchenko daba el título a los suyos en Old Trafford, esta vez salía cruz. El ucraniano tiraba blandito al medio y Dudek sacaba la mano. Una mano para la gloria.
Una hora antes los milanistas agarraban con sus manos las dos asas de la copa. Ahora la “Orejona” viajaba rumbo a Liverpool. Una final maravillosa. Un monumento al fútbol de antaño. El milagro de Estambul, la final más emocionante de la historia.
Un comentario
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