Si bien, el título de mejor competición domestica va cambiando de país gracias al nivel de su competición y los éxitos de sus clubes, pasa lo mismo con los equipos, pero esto suele ser siempre culpa de determinados jugadores, entrenadores o presidentes.
En muchos casos estas figuras han sido y son capaces de cambiar la dinámica de un club, o incluso marcar una época.
Un muy buen ejemplo es Alfredo Di Stéfano, que con su fichaje por el Real Madrid, cambió radicalmente el destino del club, pasando de ser un club mediocre al club más potente del continente.
Esto puede observarse fácilmente en los títulos cosechados. El club llevaba sin ganar una Liga 21 años, desde 1933. Con la llegada de Di Stéfano ganaron 8 de las 10 siguientes Ligas, además de las 5 Copas de Europa.
Como éste hay muchos otros casos, Cruyff, Eusebio, Pelé o actualmente Messi. Hoy vamos a recordar la historia de una de las estrellas más brillantes del mundo del fútbol.
Un apasionado de la pelota
En 1945, pocos meses después de finalizar la II Guerra Mundial, nacía en la devastada ciudad de Múnich el pequeño Franz Anton.
Como la mayoría de los chavales de su generación, se enganchó al fútbol cuando en 1954 Alemania Federal consiguió vencer a todopoderosa Hungría, potencia futbolística del momento, y alzarse con su primer Mundial.
Su pasión por el fútbol fue tal que consiguió convencer a su padre, director de una oficina de correos, para integrarse en las categorías inferiores del TSV Munich 1860. En esos momentos, el 1860, era el club más potente de la ciudad y uno de los punteros de Alemania Occidental.
Con 14 años sucede algo fundamental en su carrera, su equipo el Munich 1860 decide suprimir parte de las categorías inferiores, obligando a todos esos chicos a buscar otros equipos.
La mayoría se decantaron por el 1906 Munich, equipo del barrio de Giesing, pero Franz descartó esa opción porque se había peleado con un jugador de dicho equipo, por lo que eligió el entonces modesto Bayern de Múnich.
Equipo menor, que por aquel entonces únicamente contaba en sus vitrinas con una Copa (19557) y una Liga(1932).
Imagino que muchos habréis recordado el caso calcado de Raúl Gonzalez Blanco, capitán cadete del Atlético de Madrid, que por las mismas circunstancias se vio obligado a jugar en eterno rival y se convirtió en su estandarte.
Yo, líbero
Por aquel entonces, y durante unos cuantos años más, Franz Anton Beckenbauer era un delantero con gran olfato goleador y buen toque.
Con esos mimbres, fue superando etapas hasta llegar al primer equipo, en el que debutó en la temporada 63-64, aunque no formaría parte de la primera plantilla hasta la 64-65.
Durante mucho tiempo compaginó el fútbol con su trabajo para una firma de alta costura midiendo rollos de tela. Algo habitual en el fútbol de aquellos años.
Sin duda alguna, hay una figura clave en la proyección de este jugador. Un tal Tschick Cajkovski. Este ex jugador croata y entrenador en aquel momento del Bayern de Múnich, no solo hizo debutar al talentoso delantero en el primer equipo.
Cajkovski fue quien vio potencial en Anton Franz para colocarle entre los dos defensas centrales, en la ahora extinta posición de líbero, y darle la manija del equipo. Fue entonces cuando emergió la figura de Beckenbauer.
Antes de continuar me quiero detener a comentar un poco esa demarcación llamada “líbero”, esta innovación táctica en su versión alemana.
Los italianos ya habían utilizado la defensa de 5 anteriormente, en la década de los 30, con un defensa central adicional, pero no era exactamente lo mismo. Se trataba de un director de orquesta ubicado entre los centrales, pero con la función de sacar el balón jugado o de incorporarse al ataque siempre que fuera posible. Aunque no exento de labores defensivas.
Der Kaiser
La temporada 65-66 no solo consiguieron una plaza en la recién creada Bundesliga, también se alzaron con la Copa.
Aunque la figura clave sea la de Beckenbauer, no hay que olvidar a otros grandes jugadores que formaban la plantilla del Bayern esa temporada; como el mítico portero alemán Sepp Maier o el delantero Gerd “Torpedo” Müller.
Su buena labor no pasó desapercibida para el seleccionador nacional, que introdujo esa figura, o mejor dicho esa pieza en su esquema. Alemania Federal se clasificó para el Mundial del 66, llegando a la final, en la que se enfrentaron a la anfitriona.
No lograron vencer, pero tal vez lo más importante fue la irrupción en el panorama internacional de aquel líbero bávaro, que deslumbro al mundo con tan solo 20 años.
Sus dotes de mando, aquella particular forma de dirigir el juego, su exquisito control del tempo y esa elegancia le valieron el apodo que le acompañará durante toda su vida: Der Kaiser. (El Emperador en alemán)
Al año siguiente, la 66-67, continuó el crecimiento del club, y, gracias a la gran labor de esas estrellas emergentes, el conjunto bávaro se hizo con su única Recopa de Europa. Su primer trofeo internacional.
No consiguieron clasificarse para la Eurocopa del 68, pero si para el Mundial de México de 1970. El Kaiser, junto con aquellas figuras emergentes, llevaron en volandas a su selección hasta las semifinales, donde se enfrentaron a la poderosa Italia en el estadio Azteca.
Coraje teutón
Este será conocido como «El Partido del Siglo», considerado uno de los más emocionantes de la historia de los mundiales.
Los italianos se adelantaron nada más comenzar el encuentro y controlaron el partido hasta que los germanos lograron empatar en el 90 por medio de Schnellinger, por cierto único gol como internacional de su carrera y militante del calcio italiano (Milan, Roma y Mantova).
¿Podía ser más doloroso? Los teutones eufóricos lo celebraron como si fuera un título, mientras que los italianos parecían muy tocados por aquel golpe. La prórroga comenzó con los dos equipos exhaustos y con los cambios agotados.
Tras una entrada de Facchetti, Beckenbauer se lesionó en el brazo derecho, viéndose obligado a continuar el resto de la prorroga con fuertes dolores y el brazo en cabestrillo vendado al torso.
“Torpedo” Muller ponía por delante a los teutones, para mayor euforia. Los italianos volvieron a ponerse por delante por medio de Riva y Burgnich. Los germanos volvieron a poner la igualada por medio de Gerd Müller. Minuto 110 y 3-3.
Poco duró la alegría para la Mannschaft, ya que en el 111′, Gianni Rivera (Balón de Oro de 1969) marcaba el definitivo 4-3.
El tercer puesto logrado ante Uruguay no serviría de consuelo para los teutones, que 4 años después volvían a quedarse a las puertas de gloria.
Años dorados en «Los Rojos»
Con el inicio de la década Beckenbauer iniciaba la mejor etapa de su carrera y con ello encumbraría a su club y a su selección.
En el Bayern ya había ganado 3 veces la Copa (1965-66, 1966-67, 1968-69) y la ansiada Bundesliga en la temporada 68-69 (doblete). Ya en estos momentos se trataba de un claro aspirante a todos los campeonatos que disputaba.
Su compañero Gerd Müller recibiría el Balón de Oro del 70, mientras que el Kaiser quedaría en 4ª posición.
En 1972 la selección había mejorado, más si cabe, con la incorporación de Hoeness, Paul Breitner, Jupp Heynckes o Berti Vogts. Al fin esta generación de grandes futbolistas consiguió su ansiado título.
Esta vez sí. Se alzaron con la Eurocopa del 72 que se disputaba en Bélgica. Sería fundamental para que a Beckenbauer, líder indiscutible en su selección, y en su club, le concedieran su primer Balón de Oro.
Si bien el Bayern se había convertido en aspirante a todo en su país, en Europa el Ajax de Rinus Michels y Johan Cruyff se había alzado con las Copas de Europa del 71,72 y 73.
Representaban dos estilos radicalmente opuestos. La sobriedad y el tesón teutón, frente al “fútbol total” y la creatividad de los holandeses. A su vez se alimentaba la rivalidad personal de Beckenbauer y Cruyff, los dos líderes indiscutibles de aquellos equipos y sus combinados nacionales.
El Kaiser contra «El Flaco». Como ya comentamos anteriormente, no hay que olvidar las razones políticas por las que Alemania y Holanda se habían convertido en archienemigos y dotaba a sus enfrentamientos de tal importancia que lo convertía en una cuestión de estado.
Una rivalidad que traspasa fronteras
La temporada 73-74 fue especialmente mágica para El Kaiser y el Bayern. El CSKA de Sofía había apeado a las primeras de cambio al coco, el Ajax, vigente campeón en las tres anteriores ediciones.
Los muniqueses fueron pasando fases hasta plantarse en la final que les enfrentaba al Atlético de Madrid. Los indios contaban con un gran equipo comandado por un tal “Zapatones de Hortaleza”, ese al que hoy llamamos “El Sabio de Hortaleza”. Ya le dedicaremos su propia historia al bueno de Luís Aragonés.
Tras el 1-1 hubo que jugar un partido de desempate, cosas de antes, en el que los bávaros aplastaron a los rojiblancos por 4-0. Al fin el Bayern conseguía su primera corona europea.
Esto acrecentaba la rivalidad con los holandeses y más si cabe entre las dos figuras antagónicas. Los del Kaiser llegaban a “su” mundial eufóricos con su recién conseguida Copa de Europa bajo el brazo, mientras que “La Naranja Mecánica” (nombre con el que les bautizó la prensa tras el estreno de la película de Kubrick en 1971) se presentaba con los 2 Balones de Oro de Johan Cruyff (71 y 73) como aval.
El capricho del sorteo deparó un morbo añadido. La RFA o Alemania Occidental, frente a sus hermanos orientales, la RDA, de los que fueron separados tras la II Guerra Mundial.
Los orientales se impusieron 1-0 y pasaron como primeros de grupo, lo que significó un varapalo importante para los occidentales. Holanda también pasaba como primera de grupo y presentaba sus credenciales al título.
En la segunda fase de grupos los “oranje” ganaron todo y volvieron a ser primeros de grupo, a pesar de estar emparejados con brasileños (vigentes campeones), argentinos y alemanes orientales. Esta vez sí, los anfitriones ganaban sus tres encuentros y se plantaban en la final.
La copa se queda en casa
Como era de esperar, los favoritos se enfrentarían en la final en el estadio Olympiastadion. Nada más comenzar el encuentro, Berti Vogts derribó a Cruyff dentro del área y los tulipanes se adelantaban de penalti por mediación de Neeskens. Todo se ponía cuesta arriba para el Kaiser y los suyos.
Los holandeses dominaban el juego, mantenían posesiones prolongadas ante la impotencia germana que veía circular el balón de lado a lado. Pero la falta de ambición y la soberbia naranja les pasaría factura.
En el minuto 25 Wim Jansen derribaba a Hölzenbeing dentro del área y el colegiado inglés pitaba penalti. Los germanos ponían el 1-1 por medio de Paul Breitner contra todo pronóstico. Como ya hicieran en el 54, tirando de casta, orgullo y pundonor.
Tras el partido Johnny Rep aseguraba lo siguiente:
Me quiero detener un poco en la figura del controvertido Paul Breitner. El llamado Kaiser Rojo, pero sería injusto quitarle protagonismo a Beckenbauer. Prometo dedicarle un monográfico a este gran jugador.
Volviendo al partido. Al filo del descanso Gerd Müller marcaba un gol de los suyos, de esos que nadie espera, en una acción de esas que parece totalmente infructuosa. El cazador furtivo recordaba a los arrogantes holandeses que Alemania tenían otro Balón de Oro, poniendo por delante a los suyos.
El Flaco y los suyos lo intentaron toda la segunda parte, pero Vogts, el perro de presa alemán, enmendó su error del penalti inicial con una memorable actuación marcando a Johan Cruyff como nunca nadie lo había hecho antes.
Mientras tanto el capitán, o mejor dicho el general teutón, recordó porqué le llamaban el Kaiser, dirigiendo a su equipo en cada acción y desbaratando todos los ataques holandeses.
Veinte años después los alemanes se alzaban con su segundo Mundial, y una vez más venciendo a los favoritos.
La Naranja Mecánica continuaría algunos años más, pero ya nada sería lo mismo, habían perdido su oportunidad. Aunque esa temporada, Johan Cruyff volvía a ser nombrado mejor jugador y reconocido con su último Balón de Oro.
Este hecho que siempre escoció a Beckenbauer, campeón ese año de Copa de Europa y del Mundial, en ambas con una actuación más que destacada.
Una fábrica de éxitos
El Kaiser y aquel formidable elenco de jugadores del Bayern de Múnich conseguirían 2 Copas de Europa más, tres seguidas. Y el broche de la Intercontinental en el 76.
Mismo año en el que Checoslovaquia ganaba su Eurocopa. Aquella de Panenka, y volvía a relegar a los germanos al 2º puesto. Pero esta vez sí, El Kaiser era reconocido con su 2º y último Balón de Oro.
El verano del 77 Beckenbauer dejaba el todopoderoso Bayern de Munich para jugar junto a una estrella en el final de su carrera (más bien en declive). Se marchaba una leyenda que no siempre fue reconocido en su país. De él decían que no era demasiado «luchador», que no pegaba con el estilo alemán. Qué cosas.
Ficha por el New York Cosmos del mismísimo Pelé, en la que sería su última temporada como jugador. El Kaiser permaneció allí dos temporadas más, para volver a Alemania en 1980, cuando fichó por el Hamburgo.
En sus dos temporadas con los Rothosen (Pantalones Rojos) consiguió la Bundesliga del 82. Para terminar su carrera volvió al Cosmos, donde se retiró por un golpe en los riñones.
Su carrera como entrenador también fue gloriosa, para muchos el único, gran jugador que puede presumir de una exitosa carrera como entrenador. Su vínculo mágico con el Bayern le llevó a su banquillo, donde logró una Bundesliga y una UEFA.
Antes de dejar los banquillos dirigió a la Mannschaft, incluso les dio otro Mundial en Italia 90. Solo él, Mario Zagallo y Deschamps tienen el privilegio de haber ganado un Mundial como jugador y como entrenador.
Actualmente es presidente de honor del club de sus amores, y no es para menos. Todo es poco para agradecerle al Kaiser todo lo que les dio.
6 comentarios
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