Nacidos en 1963 y 1964 respectivamente estuvieron muy, muy unidos siempre, únicamente separados por 14 meses de diferencia.
Ambos se formaron juntos en Lezama y debutaron en la misma temporada en el Bilbao Athletic, en 1980.
De la misma forma ambos debutaron en el primer equipo en la temporada 82-83, aunque ninguno de los se consolidó hasta la 1984-1985.
Vidas paralelas
En lo que no tenían nada que ver era en su juego.
Julio era delantero centro, grande y poco habilidoso, pero con bastante gol, de esos que el área era su hábitat natural.
Patxi, era de la misma complexión y misma estatura, 1,88m. También jugador de área, pero más de la propia, ya que era central o medio defensivo.
Un central de los de toda la vida, de pierna fuerte, tosco y con gran poderío aéreo.
Pero llegó un día que sus vidas se separaron.
Julio había convivido en la delantera de los leones con Argote, Dani Ruiz Bazán, Manu Sarabia y Noriega.
Veteranos muy bien pagamos y mucho más reconocidos, con mucho peso en el vestuario.
De San Mamés al Calderón
Él era un chaval de 23 años poco reconocido, al menos económicamente.
Así llegamos al verano de 1986 con un Julio Salinas que acababa contrato y era, según su versión, el peor pagado de la plantilla junto a su hermano.
Poco antes se había abolido la esclavitud en el fútbol español, o lo que es lo mimo, desaparecía el derecho de retención.
Cuando el Athletic le ofreció la renovación lo hizo por una cantidad que el consideraba insuficiente, lejos del segundo escalón salarial al que él creía que debía pertenecer.
Junto a Goikoetxea y Zubizarreta era de los pocos internacionales de aquel del equipo.
Fue entonces cuando apareció una oferta del Atlético de Madrid y el delantero vasco cuenta que el propio Clemente le dijo que se marchara.
Por entender las cifras de las que hablamos, Julio cobraba en el Athletic unos 3 millones de pesetas y le ofrecieron 5 para renovar.
En Atlético firmo un contrato de 25 millones de pesetas por temporada, sin que el Athletic moviese ficha para retenerlo.
Julio hizo dos muy buenas temporadas en el Calderón, marcando 15 y 16 goles respectivamente.
Tal vez algunos empezaron a pensar en el Palacio de Ibaigane, sede de la presidencia del Athletic, que tal vez se equivocaron.
A su salida se convirtió en el enemigo público numero 1 de todo Bilbao y acusándosele de pesetero y traidor.
Por ejemplo, siempre se le acusó de ser más del Barça que del Athletic, cosa que siempre ha negado.
A todo esto, quien tuvo que aguantar el tirón fue Patxi, que permaneció en el equipo con un papel cada vez más relevante y siendo el hermano del traidor.
Todo por un hermano
Al año siguiente Patxi tenía que renovar en 1987 y en su caso, los requisitos no fueron económicos.
En el Athletic Club, siempre que un jugador alcanza los 100 partidos oficiales le hace entrega de la insignia de oro y diamantes del club y un cuadro de Pichichi.
Julio cumplió esto cuando su relación con el club se había enfriado al anunciar su salida, por lo que nunca recibió el pin, ni el cuadro.
Patxi exigió para firmar su nuevo contrato que a su hermano se le entregara lo que le pertenecía por derecho, por haber alcanzado dicha cifra.
Julio Salinas, recibió gracias a Patxi sus regalos conmemorativos cuando ya no pertenecía al Athletic.
El buen rendimiento de Julio Salinas acabaría sirviendo para fichar por el Barcelona en 1988 a cambio de 300 millones de pesetas y el delantero Carlos.
Curiosamente, una semana antes de su salida declaró que estaba dispuesto a volver a San Mamés por el mismo dinero que percibía en el Atlético.
Muy lejos de los 45 millones por temporada que empezó a cobrar en Barcelona.
Patxi Salinas terminó saliendo en 1992, rumbo al Celta de Vigo, entrenado por su ex compañero Txetxu Rojo.
A lo largo de sus vidas los hermanos volvieron a verse las caras en los terrenos de juego muchas veces, pero nunca más volvieron a vestir los mismos colores.