Hace algún tiempo mencionamos esta oscura historia del pasado azulgrana y prometimos contarla con detenimiento. Ha llegado ese día. Vamos a saldar la deuda.
Aquella temporada 87-88 Luis Aragonés dirigía al conjunto blaugrana tras sustituir a Terry Venables en la jornada 5. A pesar de haber levantado un mes atrás la Copa del Rey, derrotando 1-0 a la Real Sociedad en el Bernabéu, las cosas no marchaban nada bien en Can Barça.
Nos situamos en la víspera de la jornada 35, en la que recibían la visita de un Real Madrid líder con una ventaja de 21 puntos sobre los culés, 9º en la clasificación. Un Clásico descafeinado.
Los blancos eran matemáticamente campeones de Liga, con una renta de 11 puntos sobre la Real Sociedad, su más inmediato perseguidor.
Por si fuera poco Hugo Sánchez se alzaría con el Pichichi y Paco Buyo haría lo propio con el Zamora. La Quinta del Buitre estaba en ebullición.
Circunstancias que constataban más si cabe la superioridad merengue por la teoría de los vasos comunicantes que rige a ambas entidades.
Josep Lluís Núñez gobernaba la entidad culé desde 1978. Su gestión se caracterizaba por un manejo muy personalista de la entidad, con gran protagonismo para su figura y podría decirse que con “puño de hierro”. Actitud que le granjeó no pocos enemigos.
Una triquiñuela
Remontándonos al origen del problema, podría decirse que es un claro ejemplo de ingeniería financiera o simplemente de picaresca española.
Con intención de ahorrarse algo de dinero y de paso mejorar los sueldos de los jugadores ideó una triquiñuela para reducir la carga fiscal en el pago de las nóminas de la plantilla.
La idea era dividir el contrato de los jugadores en dos partes; el 60% de su sueldo era correspondía a la parte deportiva, que tributa como las rentas al trabajo, gravado con un 53%, mientras que el otro 40% era por cuestiones publicitarias o derechos de imagen, con una tributación del 35%.
Suena como algo rudimentario comparado con las maravillas financieras del sistema económico del fútbol de hoy, al que tanto ha contribuido Florentino Pérez.
En aquel momento era algo revolucionario e innovador, que reducía drásticamente la carga fiscal que debían soportar los clubes y les permitía ofrecer cifras más atractivas a sus jugadores de cara a competir con otras Ligas más potentes.
No hay que ser un experto para darse cuenta que esto no era una práctica 100% legal. Significaba falsear las cuentas reales o someter los números a tortura para que declarasen lo que interesaba.
Al poco tiempo la Agencia Tributaria declaro ilegal la practica y redujo el porcentaje por los llamados “derechos de imagen” a un máximo del 15% del total, por lo que reclamó a los jugadores del Barcelona las cuantías restantes hasta cumplir con la legislación fiscal.
¡No me toques el bolsillo!
Los jugadores vieron reducidos sus emolumentos drásticamente ante el incumplimiento de lo que les había prometido el club, reclamando vehementemente una solución a la directiva.
En primer lugar, se reunieron con el vicepresidente Joan Gaspart, mano derecha de Núñez. Llegó a ciertos acuerdos con la plantilla en aras de la ansiada paz social en el vestuario.
Las exigencias de los jugadores trazaban dos líneas; la intermediación del club con el fisco para reconocer la situación y legalizar su sistema y la tributación planteada o bien la asunción por parte del club de las cuantías que exigía Hacienda manteniendo los salarios de los jugadores.
Finalmente, el club desestimó ambos cauces, haciendo a los jugadores responsables de su tributación y eximiendo al club de toda responsabilidad. Al más puro estilo Poncio Pilatos.
Los jugadores se sintieron engañados nuevamente por la directiva, aunque Joan Gaspart siempre alegó que su compromiso con los futbolistas fue de exponer su punto de vista a la directiva, ya que, carecía de capacidad real para asumir sus exigencias y por lo tanto no podía firmar ningún acuerdo. Aquello significo una declaración de guerra.
Mientras todo esto pasaba en los despachos, en el césped la situación no era mucho mejor. La prensa retransmitía minuto a minuto la situación, polarizando a la parroquia culé, que mayoritariamente se posicionó del lado de la directiva, achacando la situación deportiva a la falta de compromiso de la plantilla.
En lugar de los famosos peseteros o mercenarios en la grada se exhibían pancartas con el lema “Núñez, no afluixis” (no aflojes).
Un polvorín
Seguramente si la situación deportiva hubiera sido favorable, habrían contado con el apoyo de la grada, de la misma forma que los seguidores apoyaban a los toreros o los gladiadores tras una buena faena y les criticaban ferozmente cuando no era así.
2000 años después, no es que las reglas del “pan y circo” hayan cambiado mucho que se diga.
Con la Copa del Rey bajo el brazo y a dos días de El Clásico como único aval deportivo, los jugadores decidieron echar un órdago a la directiva y poner fin a aquella macabra partida de mus.
La tarde del 28 de abril los jugadores decidieron convocar a los medios en el Hotel Hesperia, sede habitual de las concentraciones blaugrana, instalación que pertenecía a Joan Gaspart, que a día de hoy sigue dedicándose a los negocios hoteleros.
Aquella tarde, los jugadores en una mesa con forma «U», presidida por los capitanes, que hacían las veces de portavoces, explicaron su versión de lo sucedido e hicieron públicas sus exigencias al club.
Luís Aragonés, que como el mismo reconoció, se puso del lado de la plantilla por solidaridad y con un objetivo meramente futbolístico recibió la amenaza de despido de Nuñez si participaba en el Motín del Hesperia. Zapatones sabía que no ganarían ningún partido si no apoyaba a sus jugadores.
Para esas fechas se sabía que la continuidad de Luis Aragonés era más que dudosa y que el club ya negociaba con Johan Cruyff.
Tan sonada fue la presencia del míster como las ausencias. López López ingresado tras una intervención no acudió por motivos obvios. Gary Lineker se encontraba concentrado con Inglaterra y tampoco se personó en el Hesperia.
Divididos
La ausencia más rocambolesca fue la del alemán Bernd Schuster, que avisó telefónicamente minutos antes y través de su abogado de que no comparecería.
Algunos dicen que negoció en solitario con el club y llegó a un acuerdo económico, otros que su contrato no era igual que los demás y no se vio tan perjudicado como el resto.
Lo más probable es que ya estuviera negociando con el Real Madrid, al que saldría ese mismo verano y, prefirió no verse salpicado por aquella dantesca situación y preservar su imagen de profesional.
Alexanco leyó el comunicado en el que acusaba a la directiva de intentar dividirles y ponerles en contra a la afición, así como de haberles humillado públicamente e incumplido sus compromisos o cito textualmente [“cómo este histórico club con valores que siempre han representado la idiosincrasia del fútbol catalán, se va deshumanizando de esta forma”]
Este último punto era un guiño a la política catalana, en busca de su apoyo. Favor que por cierto nunca tuvo Núñez.
Entre otras lindezas se dijo que no se hablaban y que Núñez no había felicitado a la plantilla por la Copa del Rey.
Alexanco puso fin a la rueda de prensa con diciendo: “aunque la petición de dimisión es un derecho de los socios del club, la plantilla sugerimos dicha dimisión.”
Desbandada en Can Barça
El motín de Hesperia tuvo graves consecuencias. El domingo en la previa del partido, nada más bajar del autobús ultras partidarios de Núñez agredieron a Julio Alberto.
Núñez contraatacó en los medios culpándose únicamente de haber mimado en exceso a los jugadores y eximiéndose de cualquier responsabilidad tributaria.
Durante el partido la grada aplaudió a Schuster cada vez que tocaba el balón en contraposición al resto del equipo, a los que abuchearon y silbaron durante todo el encuentro.
El resultado fue lo de menos, pero Zapatones tenía razón y el Barcelona se impuso 2-0 al eterno rival.
A la semana siguiente Cruyff firmó con el Barcelona y al inicio de la temporada siguiente sólo 8 de los 26 jugadores de aquella plantilla siguieron en la entidad.
Hubo “indultos” como la del capitán Alexanco. Se blanqueó su imagen alejándole de la autoría intelectual de la revuelta por petición expresa de Johan Cruyff.
Tras tocar fondo el club alcanzó la estabilidad institucional que necesitaba y dio paso a una época mucho más gloriosa. Quién iba a decir en aquel momento que el Motín del Hespería significaría el nacimiento del Dream Team.
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