El dictador Franco había muerto en noviembre de 1975 y la Constitución española fue promulgada tres años después, por lo que la incipiente democracia andaba aun en pañales.
El 23-F de 1981, el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, entró a tiros en el Congreso de los Diputados durante la sesión.
Al golpe se unieron algunos militares nostálgicos del régimen anterior, entre ellos el teniente general Jaime Milans del Bosch, uno de los participantes más activos.
Llegó a ocupar con sus tanques las calles de Valencia y decretó el estado de excepción en la III Región Militar (Comunidad Valenciana, Murcia y Albacete).
Finalmente, el golpe fracasó al no recibir el apoyo del monarca y los golpistas fueron expulsados del ejército y condenados.
Milans del Bosch era un reconocido franquista, que participó en la Guerra Civil y se alistó voluntariamente en la División Azul de la Alemania Nazi.
La tradición militar de su familia se remonta al siglo XVIII durante la Guerra de Sucesión Española.
De casta le viene al galgo
En 1924, su abuelo Joaquín Milans del Bosch fue nombrado gobernador civil de Barcelona durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930)
Joaquín era un hombre de fuertes convicciones conservadoras, que chocaban frontalmente con el emergente nacionalismo catalán y sus ansias de autonomía. El leitmotiv de su mandato fue la cruzada frente al movimiento catalanista
Prohibió, multó y clausuró desde periódicos a asociaciones culturales, en definitiva, todo lo que oliera a catalán. En medio de aquella ferviente cruzada se cruzó en su camino el FC Barcelona.
La temporada 1924-1925 fue bastante muy buena para el Barça, conquistando el Campeonato Regional de Cataluña y la Copa del Rey. No olvidemos que el Campeonato Nacional de Liga no arrancó hasta 1929.
Malos tiempos para la lírica
Sus éxitos coincidieron con el 25º aniversario de su fundación, por lo que su presidente y fundador, Joan Gamper organizó el 14 de junio de 1925 unas fastuosas celebraciones para conmemorar tal ocasión.
El acto en sí consistía en un partido de exhibición frente al CE Júpiter en Les Corts, aprovechando tal ocasión para homenajear al Orfeón Catalán, asociación coral fundada a finales del XIX con la idea de impulsar la música catalana.
Casualmente un buque de la marina inglesa había atracado en el puerto de Barcelona y la banda de la Royal Navy fueron invitados de honor al evento.
El acto fue todo un éxito y en torno a 14.000 personas abarrotaron las gradas del estadio en un ambiente festivo. Durante el descanso la banda inglesa comenzó a tocar la marcha real (himno de España).
Una bronca monumental enturbió aquel ambiente festivo y en las gradas los vítores se tornaron en silbidos y abucheos.
Los desconcertados ingleses que no entendían la respuesta del público tocaron a continuación el “God Save the Queen” y los asistentes reaccionaron con un atronador aplauso
Aquel acto fue interpretado como una ofensa imperdonable por el gobernador civil, Joaquín Milans del Bosch. Todos recuerdan la decisión que tomó tras el partido, y pocos (aunque seguramente sea lo de menos) que los azulgrana vencieron 3-0.
Castigo ejemplar
El gobernador civil presentó una queja forma al Gobierno de España por “ la descortesía y desconsideración con la que se escuchó la ‘Marcha real’ española”.
Además, aprovechó para culpar a Hans Gamper de no haber informado a las autoridades del acto de homenaje al Orfeón Catalán.
El 24 de junio todos los diarios debían publicar obligatoriamente las sanciones por aquel, cito textualmente: «acto de incalificable desafección a la patria, con el agravante de producirse ante extranjeros»
Responsabilizaron de lo sucedido al FC Barcelona al que además tildaron de antiespañolista. La sanción, cierre total del estadio, fue la más dura jamás impuesta a un club español.
«En la citada sociedad existe la tendencia, que se ha acentuado en los últimos tiempos y muy especialmente con motivo de la victoria alcanzada en el torneo regional, de rehuir citar el nombre de España, llamándolo imprudentemente campeonato peninsular».
«Haciendo uso de las facultades que me están conferidas: clausurar por término de seis meses el funcionamiento de esta sociedad, no pudiendo durante dicho tiempo dar espectáculo alguno, ni concurrir a otros como tal asociación, ni usar los emblemas ni distintivos de la sociedad».
El presidente Joan Gamper protestó ante dicha resolución, tildándola de desmedida y declaró que la pitada al himno había sido algo casual:
“Si la ‘Marcha real’ no se oyó con la devoción debida fue por no hallarse preparado el público, y de ahí que se produjeran siseos”
Las autoridades invitaron a Joan Gamper a abandonar España. Finalmente sucumbió A las presiones, dimitió y regresó a su Suiza natal.
Un presidente afín al régimen
Las competiciones deportivas se vieron obligadas a reorganizar sus calendarios, retrasando el inicio de los torneos para que el Barcelona pudiera participar.
Fue Arcadi Balaguer, Barón de Olivar, amigo personal de Alfonso XIII quien se hizo con la presidencia del club. Para salvar de la quiebra a la entidad tuvo que recurrir a la Banca Jover.
Gracias a la mediación del monarca logró reducir la sanción a la mitad y Les Corts «tan solo» estuvo cerrado durante tres meses.
Todo esto tuvo mucha repercusión en la prensa nacional y fue aprovechado por algunos diarios para vincular al club con el movimientos nacionalista catalán.
Crónica de diario ABC de la época:
“El incidente no puede sorprender a nadie que conozca el carácter de este Club, tan político, por lo menos, como deportivo. Como jamás, pongamos por caso, se ha visto ondear en el Club la bandera española, ni se ha escrito un letrero en castellano, no tiene nada de extraño que a sus socios les parezca que sobra allí todo lo español”.
Problema latente
Tal vez por todo esto el Barcelona nunca haya logrado eliminar totalmente esa pátina nacionalista que impregna al club, con etapas de mayor o menor vinculación a a lo largo de su historia.
Aunque no ha tenido consecuencias para el club son especialmente recordados las ocasiones en que sus aficionados han silbado el himno, sobre todo en finales de Copa.
Esto ha dado lugar a situaciones un tanto surrealistas, como que la realización televisiva subiera el volumen de la megafonía para tapar los silbidos.
Las distintas directivas del FC Barcelona siempre se han desmarcado de dichos actos, sin alentarlos, pero sin condenarlos.
Mientras que la prensa española, dividida como la propia sociedad, aprovecha comercialmente el debate entre los que creen que debe castigarse y los que opinan que esta manifestación está amparada por la libertad de expresión.
La cuestión es que casi un siglo después de aquel cierre de Les Corts por parte de Milans del Bosch, el problema sigue latente y poco se ha hecho por acercar posturas y ponerle solución.