Los cientos de cámaras y micrófonos distribuidos en los terrenos de juego nos dan la opción de escuchar de primera mano lo que dicen los protagonistas. Algo que normalmente el ruido ambiente tapa.
Durante el último año nos hemos acostumbrado a escuchar en primicia los ánimos (o broncas) entre compañeros, que ocurre en los piques entre rivales, las órdenes de los técnicos y los diálogos con los colegiados en las jugadas más conflictivas.
En este tiempo hay una palabra que se ha puesto muy de moda, aunque su uso se remonta décadas atrás, pero los cánticos de aficionados y en general el ambiente de los partidos no nos dejaban escuchar. Kiricocho.
Los futbolistas utilizan de forma recurrente este término en determinados lances del juego en los que quieren “gafar” al rival, lo que los argentinos denominan “mufar”.
Suele suceder antes del lanzamiento de una pena máxima o cuando jugador contrario tiene una clara oportunidad de gol pero….. ¿por qué?
El origen de Kiricocho
Nos remontamos a los comienzos de la década de los 70, cuando Carlos Salvador Bilardo, el alumno aventajado de Osvaldo Zubeldía, empezó su andadura como técnico en el banquillo de Estudiantes de La Plata.
El trabajo del “Doctor”, más allá de aspectos tácticos y técnicos siempre tuvo una máxima: “Todo vale para ganar”. Siguió con la línea del exitoso paso de su maestro por el conocido como el equipo más tramposo de la historia.
Los postulados de Maquiavelo aplicados al pie de la letra sobre un terreno de juego. El fin siempre justificaba los medios. Así, utilizaron todo tipo de triquiñuelas para desestabilizar al rival y llevaron sus acciones al límite del reglamente o incluso rebasaron esa línea roja, como en la “masacre de La Bombonera”, con una única finalidad. Ganar.
Kiricocho fue (o eso cuentan) un aficionado de Estudiantes de La Plata, que era terriblemente «gafe». Cada vez que acudía a los entrenamientos de los “pincharrata” un jugador caía lesionado.
La historia llegó a oídos de Bilardo, que como gran supersticioso decidió utilizar a Kiricocho en su favor.
Este enigmático aficionado recibía cada semana a los futbolistas rivales a las puertas del Estadio Jorge Luis Hirschi y les daba una palmadita antes de entrar, al más puro estilo Carlos Aimar.
Durante aquella segunda etapa de Bilardo en el banquillo “pincharrata” solo perdieron como locales ante Boca Juniors, único día en el que Kiricocho no pudo acercarse a los futbolistas porque el club “Xeneize” disponía de seguridad privada.
Aquel año recuperaron el Campeonato Argentino (conocido entonces como Torneo Metropolitano) tras 15 años sin lograrlo, siendo el único título a nivel de clubes de “El Narigón” como entrenador.
La “maldición” se extiende por el mundo
El propio Bilardo contó que tras aquella exitosa campaña no volvieron a saber de Kiricocho, perdiendo ese efecto de “mala suerte” contra el rival.
Mayúscula fue la sorpresa del técnico argentino cuando durante su etapa en el banquillo del Sevilla FC, a comienzos de los 90, escuchó a algunos de sus jugadores gritar “Kiricocho” justo antes de que un rival lanzase un penalti.
Sus paisanos “Cholo” Simeone y Diego Maradona le explicaron que la «maldición» de Kiricocho, nacida en La Plata, había traspasado fronteras y, por supuesto, también era efectiva en el fútbol europeo.
Bilardo regresó al banquillo de Estudiantes más de dos décadas después, en la que fue su última temporada como técnico. Preguntó por Kiricocho, pero nadie sabía dónde estaba y no pudo volver a contar con su talismán. Quedaron en mitad de tabla tanto en el Torneo Apertura como en el Clausura.
En la actualidad, con los estadios vacíos por la maldita pandemia nos hemos dado cuenta de cómo se ha extendido la leyenda de Kiricocho. El fútbol es un deporte plagado de supersticiones, aunque la estratagema, como ya habréis, comprobado no es infalible.