Francisco Roig intento convencer de su fichaje presidente Arturo Tuzón cuando aún era solo un directivo más. Este había vivido el descenso a Segunda División y salvado al club de la quiebra gracias a una gestión austera y conservadora. Principios por los que se negó a invertir esos 800 millones de pesetas necesarios para contratar al carioca.
Así en 1993 Romario desembarcó en la Ciudad Condal muy a su pesar de Roig y de la afición che.
Su calidad le habría dado para liderar a los azulgrana durante más de una década, pero su carácter lo dejó en menos de dos, con momentos estelares y conflictos muy sonados con entrenador y directiva.
Poco después Paco Roig se hizo con la presidencia del Valencia CF con el objetivo de devolverle la grandeza perdida y volver a codearse con los grandes.
Una apuesta arriesgada
Para ello ficharon a jugadores de la talla de Karpin, Cáceres, Claudio López, Goran Vlaovic o “Burrito» Ortega, pero aun faltaba la joya de la corona. Así rescató su antiguo sueño de llevar a Romario a Mestalla.
El Valencia pagó en 1996 esos 800 millones de pesetas que no estuvo dispuesto a desembolsar tres años antes. El salario acordado con el delantero fueron 500 millones de pesetas por cada una de las tres temporadas que firmó, para convertirse en el mejor pagado del mundo.
El fichaje no fue para nada sencillo y tuvieron que pelearlo en muchos frentes. Empezando por el entrenador Luis Aragonés, que se opuso frontalmente a la contratación.
«Zapatones» no dudaba de la calidad de «O Baixinho«, pero le preocupaba su vida extradeportiva. Sobradamente conocida era su afición a la noche y los numerosos actos de indisciplina, que a ojos de Luis perjudicarían al grupo.
Ante la imposibilidad de hacer cambiar de idea a Roig, el técnico solicitó que el contrato incluyera una serie de cláusulas, que debían cumplirse o de lo contrario conllevarían sanciones económicas para el jugador.
Así se llegó a hablar de multas de 10 millones de pesetas por cada salida nocturna como estrategia para tener controlado al jugador.
Jugada a tres bandas
Otro de los escollos a superar fue su contrato con el Flamengo. Tras la abrupta salida de Romario del Barcelona, los culés incluyeron una indemnización de 900 millones si el jugador era traspasado antes de cumplir su contrato.
Dicho contrato espiraba el 31 de diciembre de 1996, por lo que aun le restaban algo menos de 6 meses.
La primera idea del Valencia fue impugnar judicialmente la cláusula y hacerse con los servicios del jugador de espaldas al Barcelona, pero finalmente optaron por negociar con ambos clubes, ya que, si esperaban al mercado de invierno ninguno de los dos clubes acreedores vería una sola peseta.
Con ese pretexto consiguió llegar a un acuerdo que satisfizo a las tres partes. El 5 de agosto de 1996, Romario fue presentado en Mestalla y su debut se produjo frente al PSV tres días más tarde.
A pesar del ambiente de crispación que se vivía en el club, su llegada levantó el ánimo de la afición che. El «efecto Romario» se hizo notar y el Valencia dobló la venta de abonos, de unos 12.000 pasaron a más de 25.000, pese al incremento de precios.
La cabra tira al monte
El nuevo proyecto empezó titubeante. Derrota ante el Racing de Santander 3-2, después de ir ganando 0-2 y derrota por la mínima en casa frente a la Real Sociedad.
En ambos encuentros Romario fue titular, incluso debutó con gol. El 10 de septiembre el Valencia recibió al Bayern de Múnich en Mestalla para disputar la primera ronda de Copa de la UEFA.
Luis Aragonés dio un puñetazo en la mesa y dejó a Romario en la grada. El Valencia se impuso 3-0 a los bávaros a base de defensa férrea y contragolpe.
El «Sabio de Hortaleza» salió muy reforzado tras aquel partido, sobre todo en su pulso con la directiva. Poco después tuvo lugar otro de los episodios más recordados de Romario en el Valencia.
El origen del conflicto estuvo en una fiesta nocturna en un hotel de Valencia, a la que Romario negó haber asistido. Al día siguiente, con el carioca de nuevo en la grada el equipo empató con el Zaragoza.
La ruptura entre ambos era definitiva y Romario dejó su famosa frase “o él, o yo”
Volvió a vestirse de corto en un par de ocasiones más, en las que marcó un gol al Tenerife y dos al Compostela, con sendas victorias para los che.
Pero las distancias se hicieron insalvables y finalmente el Valencia decidió ceder al jugador al Flamengo en octubre. El club brasileño pagó 150 millones y se hizo cargo de la ficha del jugador, salvo los 90 millones ya abonados por los ches.
Luis Aragonés, enfrentado con la directiva, salió en noviembre y le sucedió en el banquillo Jorge Valdano.
Segunda oportunidad
Su visión del futbol era radicalmente opuesta y su primera petición para la 1997-1998 fue rescatar al crack brasileño. Romario volvió encantado y redebutó con un golazo ante a su afición.
Aquellas ganas de demostrar se convirtieron en su peor enemigo. En el último partido de pretemporada, en la disputa del Trofeo Naranja, sucedió lo peor.
Romario intentó una chilena en una posición muy forzada y muy lejos de la portería rival. Nada más caer al suelo se retorció de dolor entre gritos echándose mano a la ingle.
El propio Valdano dijo que cuando le vio salir en aquella camilla pensó que se lo llevaban a él también. La rotura fibrilar le dejó en el dique seco 7 semanas y, para su vuelta Claudio Ranieri ocupaba el banquillo che.
Los presagios de Valdano se cumplieron y fue destituido tras apenas tres jornadas de Liga.
Con Ranieri tampoco hubo química y volvieron a vivirse escenas de tensión por las indisciplinas del carioca.Su vida nocturna le llevó incluso a enfrentarse con el resto del vestuario, dejando una de las mayores “rajadas” que se le recuerdan a un futbolista:
Finalmente, el Valencia “re-vendió” en diciembre de 1997 el 50% de los derechos de Romario al Flamengo. Así terminó su segunda etapa en Valencia. Tan efímera, como abrupta.