Solo 5 días antes de las elecciones que dieron a Florentino Pérez la presidencia del club blanco, la gestora pagó los 2.200 millones de pesetas que pedía el club cántabro por el traspaso. El nuevo mandatario criticó la operación, pero no tuvo más remedio que aceptarla.
En las dos siguientes temporadas el menudo extremo solo fue titular en 15 ocasiones y apenas gozó de protagonismo en el Madrid de «Los Galácticos».
Durante la temporada 2002-2003 el Real Madrid lo cedió a su club de origen y allí Pedro Munitis volvió a mostrar su mejor versión, dando muy buenas tardes a la parroquia de El Sardinero.
Desgraciadamente para los merengues una de sus mejores tardes sirvió para dar un buen quebradero de cabeza a la junta del equipo al que aún pertenecía.
Como más duele
El 19 de octubre de 2002 el Real Madrid visitó El Sardinero y Munitis llegó al partido con muchas ganas de reivindicarse ante su club. En el 51′ logró el 2-0 definitivo con una delicatessen.
Munitis lo celebró con rabia y el gesto escoció a los madridistas casi tanto como el gol de un jugador «suyo» que acababa de amargarles la tarde.
Aquel día se puso la primera piedra en la «casa blanca» para una costumbre ya extinta, pero que daría mucho que hablar. La llamada «cláusula del miedo».
Así se llama popularmente a la cláusula en las cesiones por la que el club dueño del jugador no permite a «su empleado» enfrentarse a quien le paga.
Dicen que no hay peor cuña que la de la propia madera y eso debieron pensar en la zona noble del Santiago Bernabéu.
El Real Madrid tuvo que sufrir algún que otro susto más para antes de empezar a utilizar esta artimaña legal, pero esa ya es otra historia.