El 13 de diciembre de 1981 cayó lesionado en San Mamés la rutilante estrella del equipo azulgrana, el centrocampista alemán Bernd Schuster, tras una dura entrada del zaguero vizcaíno Andoni Goikoetxea.
Su paisano y, por entonces técnico culé Udo Lattek pidió un refuerzo de garantías, pues no iba a poder contar con “El Ángel Rubio” el resto de la temporada.
Así, en febrero de 1982 llegó al Camp Nou Cléo Inácio Hickman. Un joven y (según decían) talentoso centrocampista, medio alemán- medio brasileño, que estaba jugando en Internacional de Porto Alegre.
El fichaje fantasma
La directiva culé, que poco antes había descartado la contratación de Toninho Cerezo, pagó rauda y veloz los 15 millones de traspaso que le pidieron por el bueno de Cléo Hickman.
Su aterrizaje en Can Barça no pudo ser más prometedor…. Al menos de palabra:
Todo eran alabanzas hacia su belleza angelical y la espléndida melena rubia que lucía (lo único en lo que se parecía a Schuster) y poco o nada se hablaba de sus cualidades futbolísticas.
Ya en los primeros entrenamientos “la perla” brasileña pudo comprobar en sus carnes que no iba a ser nada fácil triunfar en Can Barça.
No contaba con el apoyo el técnico y algunos de sus compañeros no dudaban en rascarle el tobillo en el tiempo que estuvo a prueba y, en el que según cuentan los que le vieron jugar, no demostró absolutamente nada. Así su debut se aplazaba una y otra vez
Los aficionados solo tuvieron una oportunidad para ver sus dotes futbolísticas. Y fue en un amistoso. Ni sustituto de Schuster. Ni goles. Ni chicha, ni limoná…. Bueno, un poco de chicha si hubo.
Matrimonio de conveniencia
Poco antes de aterrizar en Barcelona Cléo Hickman se había sometido a una explícita sesión fotográfica en el diario Folha de Sao Paulo, acompañado de unas incendiarias declaraciones: “El homesexualismo no es anormal entre los jugadores, aunque nunca se practica en las concentraciones”.
Todo esto llegó a oídos de Joan Gaspart, que por aquello del que dirán (era otra España), tomo una de las decisiones más surrealistas en la historia de un equipo de fútbol.
Ni corto, ni perezoso le montó una boda a Cléo Hickman en Barcelona, para acallar los posibles rumores.
Sin familiares. Sin amigos. Ni siquiera los compañeros de equipo estaban invitados. Solo José Luis Núñez de testigo y el propio Gaspart como padrino.
Le trajeron a su novia, María José Costa Silva, otras fuentes aseguraron que era su prima y, le obligaron a casarse al más puro estilo de los matrimonios de conveniencia de la Edad Media.
Así durante su estancia en la Ciudad Condal, los aficionados del Barça vieron la estrambótica boda de Cléo Hickman y 45 minutitos vestido de corto en un amistoso ante el CE L’Hospitalet.
La “venganza” de Cléo Hickman
Así, sin pena ni gloria, pero casado y con una dote formada por 5 millones de pesetas en concepto de ficha y un Ford Fiesta como regalo de bodas, apenas 2 meses después regresó a Brasil.
Ese mismo verano volvió al Camp Nou. El día de la puesta de largo como culé del mismísimo Diego Armando Maradona, Cléo Hickman se marcó un partidazo.
Internacional derrotó en la tanda de penaltis a los azulgrana y un día después se llevaron el Trofeo Joan Gamper tras ganar 3-1 al Manchester City.
Pasa por ser uno de los peores fichajes (y no hay pocos ejemplos) en la historia del FC Barcelona. No es para menos. La odisea que vivió Cléo Hickman en España tampoco le ayudó.
El resto de su carrera hasta retirarse en 1989 (con apenas 30 años) la pasó en Brasil, jugando para Palmeiras, Flamengo, América FC, Sport Club do Recife y Vila Nova FC. A todo esto, sigue felizmente casado.