Las apuestas deportivas existen desde tiempos inmemoriales y son fruto de nuestra herencia greco-romana.
En la Grecia clásica las apuestas deportivas ya estaban muy implantadas en la sociedad y, con la llegada de la cultura romana no hicieron más que extenderse.
Se apostaba a todo, lucha de gallos, gladiadores, carreras… etc. Todo lo que tuviera un componente de azar era susceptible de ser apostado.
Los romanos llegaron incluso a legislar en este sentido, limitando a qué se podía apostar y reconociendo la obligatoriedad de pago de dichas deudas.
Dicha tradición ha ido evolucionando hasta nuestros días.
Las grandes cosas pasan en lo bares
En el caso de España la apuesta deportiva por excelencia es la quiniela.
Se cree que su primera versión estuvo vinculada a la pelota vasca o frontón, disciplina con gran tradición de apuestas deportivas.
Supuestamente la primera versión futbolera de la quiniela nació al albor del Campeonato Nacional de Liga y, el primer boleto de la quiniela se imprimió para la jornada del 7 de diciembre de 1930.
Este invento se atribuye a dos hermanos que regentaban una taberna en Santander, bar La Callealtera, quienes adaptaron el sistema existente a la jornada futbolística.
Aquella quiniela embrionaria se basaba en acertar con cuanta mayor exactitud mejor, los resultados de los partidos. Se basaba en un sistema de puntos que fijaba el reparto de los premios.
Supuestamente el puerto Santander hizo de hilo conductor y extendió el sistema por todo el país y más allá.
La quiniela fue creciendo en popularidad y como todo lo que genera dinero, no podía vivir a espaldas de la Administración, que no estaba dispuesta a renunciar a su parte del pastel y Franco le otorgó la gestión a una congregación religiosa, la Orden de San Juan de Dios en 1946.
La quiniela, un juego al alcance de todos
Poco después tuvieron que conceder la gestión a la Orden Santa Clotilde tras los rumores de malversación y fraude.
El 22 de septiembre de ese año nacía de forma oficial la quiniela, aunque era conocida como “Bolsa del Fútbol”. A partir de ahí se reconocieron oficialmente sus bases y el sistema de reparto de la recaudación.
El sistema de puntuación era el siguiente: 30 puntos si el resultado era exacto, 20 si se acertaba el ganador y la misma diferencia de goles, 19 si había diferencia de un gol, 18 puntos si había diferencia de 2 goles y, así sucesivamente, siempre sobre la obligatoriedad de acertar el ganador.
En los empates, un gol de diferencia sobre el resultado real suponía 19 puntos y dos goles de diferencia 18 puntos.
Aquella quiniela era un verdadero galimatías no apto para el alto porcentaje de población analfabeta (en torno a un tercio del total) que habitaba la España de posguerra.
En 1948 pasó a llamarse “Patronato de Apuestas Mutuas Deportivas-Benéficas», esto último porque reconocía un porcentaje de premio para la beneficencia.
Fue entonces cuando se pasó del sistema de puntos al tradicional 1×2 y de los 7 a los 14 partidos, generalmente entre Primera y Segunda División.
La quiniela de Franco
La quiniela como parte fundamental de este deporte nos ha dejado infinidad de anécdotas con mucho sabor a fútbol.
Ya en 1952 la recaudación era tal, que este juego de azar convirtió a un carnicero santanderino en el primer millonario, al resultar como único acertante de primera categoría.
Se sabe que el generalísimo Francisco Franco era gran aficionado al juego de la quiniela y apostaba cada semana, aunque firmando inicialmente con el seudónimo Francisco Cofrán.
El 28 mayo de 1967 aquella afición dio sus frutos, obteniendo 10 aciertos premiados con 2.848 pesetas en una quiniela que le costó apenas 24.
Aquel domingo no había Liga y los partidos elegidos fueron los de la última jornada del campeonato italiano.
Durante años circuló el rumor de que Franco había ganado 900.333 pesetas, pero muchas fuentes aseguran que el dictador falló el pronóstico de los dos partidos de reserva, siendo su premio de tercera categoría y, no formando parte de los 10 agraciados con casi un millón de las antiguas pesetas.
Más viva que nunca
Años más tarde, parte de la recaudación comenzó a ir directamente a la LFP (LaLiga actual) y, el reparto de ese dinero fue el origen del conflicto entre Gil y Caneda.
Las fórmulas para encontrar la combinación ganadora han sido de lo más dispares, como usar un dado, que le valió a un agricultor pucelano más de 30 millones de pesetas en 1968.
Otro caso muy sonado fue cuando una madre copió los signos de la jornada anterior y sirvió para que su hijo ganara 308 millones de pesetas en 1997.
Entre los jugadores profesionales también ha sido un juego habitual.
Se cuenta que “La Quinta del Buitre” jugaba una quiniela a medias en la que siempre ponían a su equipo como perdedor, por aquello de endulzar un poco el sabor de la derrota.
Quizá el punto más amargo del fútbol español fue el cosechado por el Real Valladolid en el Santiago Bernabéu en septiembre de 2001.
La plantilla llevaba una quiniela a medias y apostaron al 1 fijo en su propio partido. El Real Madrid de «Los Galácticos» ganaba 2-1 cuando Cuauhtémoc Blanco logró el 2-2 con un auténtico golazo de falta en el 88´.
Era muy habitual que no atinasen su pronóstico, lo que no lo era tanto es que clavaran todos los demás. La victoria merengue les habría otorgado un premio de 800 millones de pesetas, pero tuvieron que conformarse solo con 4. Si lo llegan a saber, en lugar de abrazar al mexicano se lo «cargan».
La «suerte» del futbolista
Exactamente lo contrario sucedió el Pontevedra CF en 1968, el capitán Batalla sabía que tenía 13 aciertos a falta de su propio partido.
El Pontevedra ganaba 0-2 al descanso en un partido que el Real Zaragoza terminó igualando, precisamente la X que necesitaba para hacer pleno.
Aquel mítico equipo le debe a la quiniela el apodo de “Rey de los unos” porque hubo unos años en los que el 1 en Pasarón era un resultado casi fijo.
Otro momento antológico nos lo dejó Mauro Ravnic, portero de la UE Lleida. En 1993 le detuvo un penalti a Romario y su equipo venció en el Camp Nou.
La proeza se convirtió en milagro cuando se descubrió que el guardameta yugoslavo había acertado 14 en la quiniela gracias a aquella inesperada victoria a domicilio.
Por estas y otras muchas historias es imposible entender nuestro fútbol sin la quiniela.