La expedición partió del puerto de Génova el 20 de junio con el combinado rumano a bordo e hizo sendas paradas en Villefranche-sur-Mer y Barcelona para recoger a franceses y belgas.
Junto a los futbolistas viajó el presidente de la FIFA, Jules Rimet, el preciado trofeo “Victoria” que se entregó al ganador y tres árbitros, Henri Christophe, Thomas Balvay y John Langenus, encargado de dirigir la gran final del torneo.
El barco fue bautizado Conte Verde en honor a Amadeo VI de Saboya e hizo la ruta entre Génova y Nueva York o Buenos Aires entre 1922 y 1932.
De la primera Copa del Mundo a la Segunda Guerra Mundial
La longitud del viaje y los enormes costes que suponía provocó que potencias europeas como España, Inglaterra o Italia rechazasen la invitación, algo que fue visto por la organización como un menosprecio.
Recordemos que los futbolistas no eran profesionales y tenían que pedir permiso en sus respectivos trabajos para disputar la Copa del Mundo. El rey Carol II de Rumanía logró tres meses de asueto para sus representantes, pero otros no tuvieron tanta suerte.
La travesía del Conte Verde concluyó el 5 de julio, cuando llegaron a Montevideo previa parada en Río de Janeiro para recoger a la expedición brasileña.
En esas dos semanas de trayecto los 80 futbolistas entrenaron sobre la cubierta del barco y cuentan que milagrosamente sólo perdieron un balón en medio del Atlántico.
Los tres equipos que llegaron a Uruguay a bordo del Conte Verde fueron eliminados en la primera fase, quizá fruto del cansancio por aquella larga travesía marítima. El único combinado europeo que logró alcanzar las semifinales fue Yugoslavia, cayendo 6-1 ante la anfitriona.
Durante la Segunda Guerra Mundial el famoso transatlántico fue utilizado para trasladar prisioneros. Hundido por su tripulación italiana, los japoneses lo reflotaron renombrándolo como Kotobuki Maru y finalmente fue destruído en 1944 por la aviación estadounidense durante un bombardeo a Kioto.