A día de hoy la relación entre deporte y guerra podría resumirse a esa equidistancia semántica, pero no siempre fue así.
El fútbol, forma parte de la vida de muchos ciudadanos, pese al evidente distanciamiento entre sus élites y la sociedad, fruto de la mercantilización de deporte.
Hubo un tiempo en el que los jugadores formaban un gremio más, como cualquier otra profesión.
España se divide
El malogrado golpe de Estado de 1936 dio origen a la Guerra Civil Española y la gente del fútbol, como el resto de la población se vio inmersa forzosamente en la contienda.
Alguien del mundo del fútbol con un papel relevante en el conflicto fue Tomás Balaguer García, árbitro de Primera División y ex combatiente de la guerra de Marruecos.
Junto a un grupo de milicianos tomó la sede de la Federación Castellana de fútbol, ubicada en la calle Claudio Coello y convertida de facto en Federación Española de Fútbol.
Este suceso aparentemente irrelevante, a la postre sería de vital importancia apenas un mes más tarde.
España quedó dividida en dos y, aunque la República contaba con los principales núcleos urbanos, los golpistas tenían de su lado a la mayor parte del ejército regular, entre los que estaban las tropas con mayor experiencia en combate.
Para compensar esa ventaja militar del bando insurrecto, el Gobierno de la República se vio forzado a la creación de un ejercito popular basado en la milicia. Reclutando y adiestrando a la población civil para engrosar sus filas.
Siguiendo este método utilizaron todo tipo de agrupaciones como sistema organizativo: partidos políticos y sus juventudes, sindicatos y hasta gremios o profesiones.
Llamada a filas
Aunque no está del todo claro, se afirma que Tomas Balaguer García fue el impulsor de la idea y quien primero se puso al frente del Batallón Deportivo.
Con el objetivo de conformar el denominado Batallón Deportivo, el 28 de agosto de 1936 aparece en varios periódicos de Madrid la siguiente nota:
Esta nueva institución se cimentó sobre tres pilares. Por una parte, se daba por supuesto que los deportistas tenían una buena forma física y por tanto constituían una buena fuerza de combate.
Además, gozaban de cierta popularidad entre la población, por lo que tenían una labor propagandística, que se esperaba sirviera de reclamo para que otros estratos de la sociedad decidiesen alistarse.
Por último, se aprovechó esta formación para la creación de un equipo de fútbol que jugase partidos de exhibición en la zona republicana, con el fin de recaudar fondos para la causa y mantener alta la moral de la población .
A mi el pelotón
El Batallón Deportivo tuvo buena acogida, si bien es cierto que muchos futbolistas ya habían abandonado la capital para volver a sus lugares de origen o disfrutar de sus vacaciones estivales, el numero de inscritos fue bastante elevado.
Entre los futbolistas alistados destacan: Cosme del Atlético de Madrid; Emilín, Espinosa, Marín, Quesada, Simón Lecue y Villita del Madrid (en esa época despojado de corona y título Real).
De Ferroviaria, García la Puerta, Gómez, Paquillo y Trinchant; así como Cotillo (Tranviaria), Fraisón del Sporting de Gijón, Moleiro (Carabanchel), Pablito (Nacional), Pedrín (Salamanca) o Rocasolano II (Mirandilla de Cádiz) entre otros.
Además, se inscribieron algunas de las figuras de la época en otras disciplinas. Entre ellos atletas, ciclistas e incluso algún torero como Gitanillo de Triana, el artista de variedades Waldo Moll y el peso wélter Cheo Morejón.
El boxeador cubano ejercía como cocinero del Batallón Deportivo y conocedor del gusto del inspector de deportes Heliodoro Ruiz Arias por el pan frito, siempre que tenía oportunidad freía unos chuscos de pan en un intento por agradar a uno de los gerifaltes de la República.
Un día Cheo Morejón cayó herido en combate por un disparo. Al recibir la visita del inspector, pensando que su final estaba cerca le espetó: “Se acabó el pan frito”
Se equivocaba. Se recuperó y siguió boxeando durante muchos años tras del conflicto. Por su parte, el inspector fue profesor de gimnasia de Juan Carlos I durante su infancia. Murió y se cuentan que esas fueron sus últimas palabras.
Aunque la edad mínima para inscribirse en la milicia era 21 años, mayoría de edad en la época, no siempre se cumplió el requisito, pasándose por alto en infinidad de ocasiones ante la necesidad imperante de combatientes.
Batallón Deportivo, un requisito indispensable
La minoría de edad nunca fue un impedimento, por el contrario si era un requisito indispensable la orientación política. Era imprescindible acreditar fuertes convicciones republicanas y antifascistas.
Esa nota en la prensa atrajo simpatizantes del Frente Popular que querían combatir por sus ideales, pero también a mucho oportunista del mundo de la farándula, que veía en el Batallón Deportivo un salvoconducto, que hiciera las veces de carné de “republicano ejemplar” y evitara problemas, como los sufridos por Santiago Bernabéu, Ricardo Zamora o Mochín Triana.
Sirva como ejemplo el caso de Félix Quesada, capitán del (Real) Madrid e internacional por España en 9 ocasiones, quien resultó herido en un altercado y fue acusado de tener amigos entre los instigadores del golpe.
Esta situación se solucionó gracias a un comunicado emitido por el presidente de la FEF Juan Ribas Guixeras:
Los «soldaditos de plomo»
Félix Quesada sobrevivió a la guerra y a la represión franquista, incluso llegó a ser seleccionador nacional en 1951.
En cuanto a las cuestiones puramente militares, el Batallón Deportivo pronto recibió el apelativo castizo de “soldaditos de plomo”
El viejo Chamartín servía de campo de instrucción y prácticas, mientras que hacía las veces de acuartelamiento.
Jugar al fútbol. Jugaron poco. Al menos oficialmente. Algunos consiguieron permisos para jugar con sus equipos de origen siempre que la guerra lo permitiese.
El partido anunciado frente al Valencia CF nunca se disputó, pero queda constancia de un partido benéfico frente a una selección de jugadores de Madrid y Atleti en favor de los niños huérfanos. Aunque sea lo de menos el Batallón Deportivo se impuso por 2 a 0.
Su uniforme de combate lucía la insignia con los colores que hasta entonces había lucido la selección española de fútbol.
El batallón llegó a constar de tres compañías, además de la ya mencionada “José Sunyol”, en honor al presidente del FC Barcelona y miembro de Esquerra Republicana, fusilado por los sublevados en el Alto de los Leones.
También se formaron una segunda con el nombre de “Valencia” y la tercera bautizada como Alcántara, en homenaje al primer miembro del batallón caído en combate. Julián Alcántara, jugador del Deportivo Nacional.
Luchando hasta el final
Su contribución en el plano bélico fue notable, aunque pagando un alto precio en vidas humanas. Destacaron en los momentos más críticos de la guerra ,cuando las tropas franquistas asediaban la capital por un amplio frente.
La toma de Madrid se creía tan inminente que se popularizó un dicho entre las tropas sublevadas: “Estamos a dos pesetas en taxi del centro de Madrid”
Su aportación en la defensa de la capital fue fundamental tanto en Navalcarnero y Usera, llegando perder hasta el 40% de sus efectivos en El Puente de los Franceses.
A pesar de haber salido victoriosos en todas esas batallas, en marzo de 1939, el general Casado daba otro golpe de Estado, y firmaba la rendición incondicional de la República.
Madrid caía en manos franquistas sin haber sido capaces de tomarla por las armas, en parte gracias al esfuerzo de todos esos milicianos, unos más anónimos que otros y entre los que se encontraban los valerosos miembros del Batallón Deportivo.