Para ponernos en contexto el Mbappe o Haaland de la época, el fichaje que todo gran club ansiaba.
Tras debutar en el Sporting de Portugal con 17 años saltó la temporada siguiente al Oporto.
Esa temporada 84-85 ganó su primera liga y al año siguiente revalidó el título de liga.
Con solo 20 años, en la temporada 86-87 era la estrella del equipo del equipo portugués que se proclamó campeón de Europa por 1ª vez en su historia.
Portugal se le había quedado pequeño y había que buscarle una salida.
Muchas «novias» para el portugués
Los grandes de Europa se interesaron por el astro portugués, pero quien más apostó por el jugador fue el Inter de Milán.
En in intento por acabar con la hegemonía de Milán, Juventus y el Nápoles de Maradona, se lanzó a por el jugador llamado a reinar la próxima década.
Pero aquí entro en escena Jesús Gil y Gil.
Jesús Gil y Gil era un constructor de relativo éxito y algún problema con la justicia que se había hecho socio del Atlético de Madrid solo 6 años antes.
En 1984, con Vicente Calderón todavía como presidente había entrado en la junta directiva del club.
Tras el fallecimiento de Calderón en marzo de 1987 se anunciaron elecciones a la presidencia para el 26 de junio de ese año.
Gil concurrió frente a Salvador Santos Campano, Agustín Cotorruelo y Enrique Sánchez de León.
Futre había volado a Milán para reunirse con el presidente de Inter junto Jorge Pinto da Costa, presidente del Oporto.
La operación era muy beneficiosa para ambas partes y prácticamente esta todo cerrado a falta de la firma.
Tanto Futre como el presidente se fueron a descansar al hotel antes de la rúbrica.
Una dura negociación
Justo antes de la merecida siesta Jesús Gil apareció personalmente en el hotel y pidió ver al jugador.
Futre no quería ni atenderle, pero el presidente le dijo que la vida daba muchas vueltas, que habría que ser educados con el.
Y Futre accedió con una condición, ambos pedirían el doble y acabarían rápido con la cuestión.
Cuando fueron a su encuentro, Gil preguntó al propio Futre donde estaba Futre.
Instantes después se percató de que estaba hablado con el propio Paulo al leer su nombre en las chanclas.
Tanto Pinto da Costa como Futre doblaron sus pretensiones económicas como habían pactado.
El Inter era un equipo de renombre que jugaría la Copa de la UEFA.
El Atlético de Madrid estaba algo venido a menos y no disputaba competición europea.
Hacía una década que no ganaba una liga, aunque había conseguido una copa y la supercopa hacía un par de años.
Para su sorpresa, el candidato a la presidencia del Atlético aceptó sin ningún tipo de negociación a sus pretensiones.
Viendo lo receptivo que estaba Gil, Futre añadió una casa con piscina y un Ferrari.
Las únicas exigencias de Gil, que aun era candidato, era que Futre le acompañara en el acto de cierre de campaña.
Y en esas condiciones cerraron el acuerdo en pocos minutos.
Lo que tú quieras
Durante el vuelo a Madrid empezaron a aflorar las dudas.
Futre y Pinto da Costa tenían un muy buen acuerdo con el Inter y ahora se jugaban todo a que este desconocido ganara las elecciones.
Si Gil perdía no tenían nada de nada y el acuerdo caería en saco roto.
Según aterrizaron en Barajas Futre le exigió que a Gil que lo del Ferrari tenía que ser ya.
Y es que ya se sabe que lo de los coches, como las urnas las carga el diablo.
Cuando llegaron a Madrid fueron directos al concesionario y allí solo había un Ferrari amarillo.
No era lo que Futre esperaba pero más vale pájaro en mano que ciento volando debió pensar el portugués.
Gil se presentó en Jácara con su carta ganadora, Paulo Futre y desmontó los argumentos de los otros candidatos.
Los colchoneros querían al luso de rojiblanco y le dieron la victoria a Gil en las urnas gracias a una jugada estrella.
Años más tarde un presidente del eterno rival llegaría a la presidencia de la mano de otro portugués y Futre estuvo ahí.
¿Os suena la historia?