Es innegable que sin Diego la albiceleste posiblemente no hubiese levantado aquella Copa del Mundo, pero no se puede olvidar la labor de muchos de sus compañeros que también hicieron posible aquel sueño.
En el fútbol, aunque los futbolistas más talentosos son los más recordados, también suelen ser los que más escasean, en cualquier época que recordemos.
Un equipo no vive solo de estrellas, necesita nutrirse de otro tipo de perfiles, que son igual o más importantes que los cracks.
Gente sin ese talento especial para manejar el balón que hacen el trabajo sucio y se sacrifican por el conjunto.
Me gusta mucho esa frase que dice: «El fútbol tiene estrellas y mariachis», porque no lo olvidemos, los llamados mariachis son fundamentales.
Uno de los nombres propios de aquella mítica selección argentina fue sin duda José Luis «Tata» Brown, que curiosamente llegó al torneo sin equipo, tras finalizar poco antes su contrato con Boca Juniors.
A pesar de su condición de agente libre, Bilardo confió en él, le incluyó en la lista definitiva y aunque a priori no partía como titular jugó todos los minutos de los siete partidos que la albiceleste disputó en tierras mexicanas.
Titular por sorpresa
Daniel Passarella era junto a Óscar Ruggeri un fijo en el centro de la zaga de aquella selección. Había levantado el trofeo ocho años antes y fue el capitán y líder de aquel vestuario hasta la llegada de el «Doctor».
Bilardo entregó el brazalete a Maradona y este asumió el rol de líder del vestuario. Esto inicialmente supuso un choque de egos y un conflicto entre los jugadores.
Aquel conflicto, que llegó a dividir el vestuario de la albiceleste, fue sofocado antes de que arrancara el Mundial de 1986 y, «El Káiser» continuaba siendo uno de los pesos pesados de aquella plantilla. Es el único argentino que ha estado presente en los dos Mundiales que ha ganado su país.
Nada más llegar a México gran parte de la expedición sufrió problemas estomacales, que algunas fuentes achacan al agua y otros a la comida. En el caso de Passarella, el conocido como «mal de Moctezuma», le provocó graves diarreas y tuvo que ser ingresado.
No llegó a recuperarse a tiempo y no pudo disputar un solo minuto en el torneo. Su puesto en el once como ya sabréis lo ocupó el «Tata» Brown. Ambos eran zagueros contundentes, como casi cualquier defensa de la época, pero Passarella es recordado por ser especialmente duro.
Un pilar de la albiceleste
«Bron» como lo pronunciaba Bilardo era más alto y poderoso en el juego aéreo, mientras que Passarella tenía mejor golpeo de balón. Dos jugadores bastante diferentes en definitiva
Brown recordó en alguna ocasión que el técnico le comunicó que sería titular antes del primer partido ante Corea del Sur en el pasillo del hotel con un “¡Bron, mira que jugás vos!”
Así fue como el «Tata» Brown se hizo un hueco en el equipo. Si destacaba en algo era por su entrega, despliegue físico y capacidad de sacrificio.
Brown era uno de esos jugadores a los que nadie regala nada y a pesar de tener unas condiciones corrientes, consiguen grandes metas gracias a su tesón.
El gran día del «Tata» Brown
Nadie consiguió sacarle del once en todo el torneo y sus actuaciones fueron más que destacables en muchos encuentros. Pero si por una es recordado, es por su papel en la gran final ante Alemania disputada el 29 de junio de 1986 en el Estadio Azteca.
En el minuto 23 el «Tata» Brown cabeceó al fondo de las mallas un centro de Burruchaga para adelantar a la albiceleste.
Aquel gol premió su incansable trabajo. Una tarea oscura. Siempre alejado de los grandes focos, sin buscar protagonismo, solo con la intención de ayudar al equipo en todo lo posible.
Poco después de su momento de gloria, tratando de defender un balón, chocó con un jugador alemán sufriendo una luxación de hombro. Con un tremendo dolor fue atendido por el médico de la albiceleste, que rápidamente solicitó su sustitución.
«Tata» Brown le dijo que ni se le ocurriese cambiarle, después de todo lo que había pasado no iba a dejar de jugar una final de un Mundial por un golpe. Cuentan que su frase literal fue: “No salgo ni muerto”
¿De qué pasta están hechos los héroes?
En ese momento mostró al mundo entero la pasta de la que estaba hecho. Mordió su camiseta para hacer un agujero donde poder meter los dedos y “colgar” el brazo en posición de cabestrillo.
Y así jugó gran parte del partido en el que la albiceleste se proclamó campeona del mundo por segunda vez en su historia.
Argentina se impuso a los incansables alemanes, que levantaron un 2-0 y consiguieron igualar el marcador hasta que Burruchaga anotó el 3-2 definitivo a 7 minutos del final.
La heroicidad de «Tata» Brown sucedió en el mismo lugar 16 años después de que Franz Beckenbauer tuviera que terminar el partido con el brazo en cabestrillo en el denominado como «El partido del siglo«.
A través de aquel agujero en su camiseta el «Tata» Brown tocó con sus dedos el corazoncito de todos los amantes al fútbol y se hizo un hueco en la eternidad.
Tristemente el héroe de aquella final falleció en agosto de 2019 con solo 62 años, tras una larga lucha contra el Alzheimer.
Como homenaje, todos los capitanes de la Liga Argentina, lucieron una camiseta con un agujero a la altura del pecho en recuerdo del mítico «5» de la albiceleste.
En el minuto de silencio cada capitán simuló morder la camiseta y poniendo sus dedos en el agujero imitaron al legendario «Tata» Brown.