Se podría decir que es el mundo al revés. Tanto, que en aquel partido del silencio del 16 de septiembre de 1987, Chendo le tiró el cañito a Maradona y no al contrario como todos podíamos esperar.
El Santiago Bernabéu había sido clausurado por los graves incidentes en las semifinales del año anterior en la que se midieron Real Madrid y Bayern Múnich y que terminaron con el desafortunado pisotón de Juanito a Matthäus.
La sanción de la UEFA para los madrileños fue el cierre del coliseo blanco durante dos partidos, que terminó reduciéndose a uno.
De este modo el Nápoles, comandado por Diego Armando Maradona y flamante campeón de la Serie A, comparecía por primera vez en su historia en la Copa de Europa. Nada más y nada menos que ante el club más laureado del torneo.
Estadio vacío
Sólo los 22 jugadores sobre el césped. Los cuerpos técnicos de cada equipo y, 499 personas en la grada entre trabajadores de ambos clubes y personal estuvieron aquella noche en el Santiago Bernabéu.
Todo parecía indicar que la “Quinta del Buitre” hincaría la rodilla y serían doblegada por los “Gil Azzrurri”. Nada más lejos de la realidad.
El conjunto blanco no se achicó y salió a morder desde el primer minuto. En el 17′ Sanchís se interna por la banda derecha, pisa área y Renica le derriba. Penalti. Michel lo transforma.
Desde ese momento Garella no dejó de tener trabajo ante las constantes acometidas de los jugadores merengues.
Del Nápoles apenas se vio una clara ocasión de Giordano tras un error garrafal de Paco Buyo y, el fuego amigo de Gordillo, cuyo remate se estrelló en el larguero.
En el 76’ el Real Madrid puso más tierra de por medio. Tras un córner, el disparo de Tendillo desde la frontal rebota en varios jugadores y se cuela en la meta italiana.
Tenían una buena ventaja pero sabían que iban a sufrir de lo lindo 14 días después con todo San Paolo apretándoles.
Bienvenidos al infierno
Todas las esperanzas italianas estaban puestas en él. Maradona. El mejor jugador del planeta.. Diego no apareció en aquella eliminatoria. Tras la ida la prensa italiana fue muy dura titulando: “El único espectador fue Maradona”.
Maniatado por Miguel Porlán “Chendo”, que además le “obsequió” con un caño. Aquella noche los pájaros dispararon a las escopetas. Su intervención más acertada fue fuera del Bernabéu, cuando declaró:
En cuanto pusieron un pie en Italia los madridistas fueron acosados por la hinchada «Partenopea». En el aeropuerto les abuchearon y apedrearon su autobús durante el desplazamiento.
Las autoridades les instaron a recluirse en un hotel protegido por los antidisturbios y rodeado de “tifosi” con pocas ganas de dejar conciliar el sueño a la expedición blanca.
Aquello no había hecho más que empezar. Aún les quedaba el infierno de San Paolo.
Venganza no consumada
Pese al extraordinario ambiente en el coliseo napolitano y al derroche de sus jugadores, no pudieron darle la vuelta al 2-0, aunque dieron mucha guerra tras el tempranero tanto de Francini.
La genialidad inventada entre Hugo Sánchez y Emilio Butragueño al filo del descanso apagó el fuego de la remontada napolitana y el cerrojazo de un estelar Paco Buyo consumó la eliminación del campeón italiano a las primeras de cambio.
Aquel año tampoco pudo ser para una generación que dominó la Liga española ganando cinco títulos consecutivos y 2 Copas de la UEFA, pero a la que se le resistió una y otra vez la anhelada séptima “Orejona”.
Esa temporada fue el sorprendente PSV quien les negó el título tras dos empates en semifinales, se les escapó entre los dedos.
Lo tenían muy cerca tras eliminar al mejor equipo de Italia, a un Oporto, vigente campeón del torneo y al Bayern de Múnich, finalista el año anterior y “bestia negra” de los madridistas en Europa.
Para la historia queda aquel partido del silencio, que no hizo más que constatar lo que todo el mundo sabía. El fútbol sin aficionados pierde su esencia.