Las estrellas, esos virtuosos del balón, copan las portadas de los diarios y reciben alabanzas de los medios por sus genialidades pero… ¿Qué sería de ellos sin esos “obreros” incansables que corren sin parar durante todo el partido? ¿O sin esos “perros de presa” que siguen al pie de la letra las directrices de sus entrenadores?
En todos los equipos siempre ha habido estrellas, pero esas estrellas no serían tal sin esos “mariachis” que les rodean, esos jugadores “de corazón” que destacan por su despliegue físico o por su rigor táctico.
Porque el fútbol no es solo regatear, asistir y meter goles. En el fútbol también hay que saber sufrir. Hay que recuperar balones, defender o secar a la estrella rival.
Hoy querermos rendir un pequeño homenaje a todos esos jugadores que nunca destacaron por su toque, pero que su esfuerzo y pundonor engrandeció a otros.
Dicho todo esto se os vendrán a la cabeza un sinfín de obreros del balón, pero he elegido uno que esta semana está en boca de todos, y no precisamente por un reconocimiento a sus méritos.
Un currante por la banda
En 1961 nació en Totana, Murcia, un chaval que desde el principio tuvo claro que conseguir grandes cosas sin esfuerzo, estaba al alcance de muy pocos y él no era uno de esos elegidos. Esta premisa sería una declaración de intenciones de lo que sería su vida deportiva.
Contaba su padre, que cuando le llevó a las pruebas para entrar en las categorías inferiores del Real Madrid, el chico estaba muy ilusionado y le insistía en la importancia de estar “a tope” a lo que su padre le dijo:
“Miguel, no te tomes esto tan a pecho, porque lo más normal es que nos manden para casa y te lleves un duro golpe”.
El esfuerzo del muchacho dio sus frutos y le brindaba la posibilidad de seguir demostrando que con esfuerzo podía llegar muy lejos.
En 1977 llegó al juvenil. En el 80 al Castilla y en 1982 debutó con el primer equipo por culpa de la huelga de jugadores, acto que propició el debut de canteranos.
Siempre destacó por un despliegue físico descomunal y un rigor táctico como si de un dogma de fe se tratase. Sus discretas aportaciones en ataque se compensaban con meritorias actuaciones en defensa.
Por todo esto no tardó en convertirse en un fijo en el lateral derecho, al que solo la edad pudo ir restando protagonismo y reduciendo sus titularidades.
Compartió hornada con “La Quinta del Buitre”, si bien nunca se le consideró un integrante de pleno derecho, para muchos siempre fue el 6º de aquella mítica camada de futbolistas merengues.
En su caso puede presumir de no haber conocido otro equipo como profesional, donde debutó, se retiró. Un hombre de club.
Un caño para el recuerdo
Hemos elegido un vídeo que no refleja ni mucho menos lo que fue su carrera, pero fue la guinda al pastel, porque a nadie le amarga un dulce.
Este fue seguramente el partido más recordado de una carrera rebosante de raza, casta y pundonor.
De ese día, Maradona, el sujeto pasivo del vídeo, diría que nadie le marcó jamás como lo había hecho Chendo aquella tarde. Y eso que había sufrido años antes el férreo marcaje de Gentile.
El Diego no tuvo su día, en gran medida por mérito del correoso lateral, que le persiguió incansablemente por todo el campo. Ya colmado de confianza hasta probó suerte con esa frivolité que muestra el vídeo, aunque seguramente sea lo de menos…
Aquel partido se conoce como «El Partido del Silencio«. Las gradas del Bernabéu lucieron desnudas debido a una sanción de la UEFA por los incidentes un año antes contra el Bayern de Múnich y el pisotón de Juanito a Matthäus.
Una vida de blanco
Chendo, apodo que heredó de su madre, la Chenda, permaneció durante 16 temporadas en la casa blanca, en las que ganó 7 Ligas, 2 Copas, 1 Copa de la Liga, 2 UEFAS y una Copa de Europa. Además, fue internacional en 26 ocasiones. Casi ná…
Hoy quiero revindicar su figura, y como la suya, la de tantos otros que se partieron la cara y se dejaron la piel en el campo, haciendo el trabajo sucio para que otros brillasen.
Chendo, una leyenda blanca con un currículum intachable, tuvo un peculiar homenaje en su tierra. El mítico «2» colgó las botas en 1998, tras la final de la 7ª.
Trece años después y con 49 castañas tendría su último homenaje. Jugaba el Madrid en 2011 un partido benéfico en Murcia, por las víctimas del terremoto de Lorca, contra un combinado de jugadores murcianos. Cuando faltaban 8 minutos, Mourinho decidió alinear a Chendo por última vez.
Luciendo su «2» aunque con el nombre de Carvalho a la espalda, portó el brazalete de capitán hasta finalizar el encuentro.