Para poner más picante al asunto los primeros eran los anfitriones del torneo. El partido se celebró en el Volksparkstadion y cerró aquel grupo, en el que ambos estaban clasificados, pero quedaba por decidir quién pasaba como primero y quién como segundo.
En aquella edición hubo dos fases de grupos por lo que a priori la primera plaza supondría un camino algo más sencillo hacia la gran final.
A lo meramente deportivo se le unía todo el morbo del que dotaba a aquel encuentro el contexto político. Tras la Segunda Guerra Mundial, Alemania fue dividida en dos por los Aliados, la Federal y capitalista al Oeste y la Democrática y comunista al Este.
Cualquier enfrentamiento entre ambos estados tenía una lectura en clave política y más en plena Guerra Fría. Ganar era una cuestión de prestigio, de honor. La tensión se cortaba con cuchillo.
Helicópteros, fuerte presencia policial, perros, francotiradores, cacheos a los asistentes… En definitiva un despliegue sin precedentes.
Los Federales tenían un equipazo con los Sepp Maier, Vogts, Breitner, Schwarzenbeck, Netzer, Hoeness, «Torpedo» Müller o Beckenbauer. La base del gran Bayern de Múnich campeón de Europa por primera vez poco antes, secundada por otros excelentes futbolistas.
La RDA tenía un equipo semiprofesional, como todo el fútbol de bloque pro soviético, eran jugadores con un oficio al menos en teoría, por ello sus éxitos fueron mucho mayores en el fútbol olímpico. No por ser más desconocidos eran un mal equipo.
Duelo fratricida
Ambos conjuntos salieron atenazados por la responsabilidad, había mucho en juego. Fue un partido cerrado, que tuvo pocas ocasiones y que pese a la tensión fue especialmente limpio. Nadie quería dar una imagen de dureza entre hermanos.
Todo se resolvió con un gol de Sparwasser en el 77′ dio la victoria al hermano pobre alemán. Los ingenieros, mecánicos, militares o profesores derrotaron a un equipo plagado de estrellas.
Sparwasser tuvo su momento de gloria, se llegó a contar que le regalaron una casa y un coche por aquel gol, pero no es cierto.
Recibió una oferta del Bayern de Munich, que rechazó, aunque no está claro que hubiera podido cruzar al otro lado. Prefirió continuar en el FC Magdeburgo con el que ese año había conquistado la DDR-Oberliga y la Recopa de Europa, el único título continental de su historia.
Tras su retirada afirmó: «Si en mi tumba solo pusieran Hamburgo 1974, todo el mundo sabría quién yacía ahí» y que gran verdad.
Ese fue el único partido que perdió la RFA en un torneo en el que levantó su segunda Copa del Mundo, tras la conquistada dos décadas atrás en el conocido como Milagro de Berna.
La RDA no puso superar la siguiente fase de grupos, quedando tercera en un grupo en el que jugó ante Argentina, Brasil y la Holanda de Cruyff.