La final del Mundial de 1974 enfrentaba a la anfitriona y a la selección de moda del momento, la Naranja Mecánica, como se apodaba a la Holanda del mismísimo Johan Cruyff.
Los neerlandeses, que se adelantaron con un penalti transformado por Johan Neeskens tras la extraordinaria primera jugada del partido. Dominaron un encuentro que no lograron cerrar a pesar de contar con innumerables ocasiones.
Los germanos, vigentes campeones de Europa, se defendieron como gato panza arriba y aguantaron el continuo asedio Oranje. Sabían sufrir y esperar a su momento.
La rivalidad entre ambos combinados era la más encarnizada de la época y como reconocieron los propios holandeses no bastaba con ganar. Tenían que humillar a los teutones.
En el minuto 25 el colegiado inglés señala penalti a favor de la Die Mannschaft. El joven lateral izquierdo, Paul Breitner, de 22 años, toma el balón con decisión mientras reprueba con la mirada la pasividad de sus compañeros.
Ese penalti demostró al mundo de que pasta estaba hecho ese chico. Sin complejos. Lo tiró con su pierna menos buena.
Calidad desde la banda izquierda
Ese fue el punto de inflexión de aquella final. Müller marcó el segundo de los germanos para que Beckenbauer levantara la Copa del Mundo 20 años después de El Milagro de Berna.
Paul Breitner no era un experto lanzador de penas máximas. Como él mismo contó, tiró aquel penalti porque había oído de niño que en esos momentos es cuando se hacen los héroes.
Afirmó que el día siguiente se despertó en el hotel y sufrió un ataque de pánico al pensar en las consecuencias de no haber marcado aquel gol.
Paul Breitner, genio y figura tanto dentro como fuera del campo. Sobre el verde, un portentoso lateral izquierdo. Rápido. Fuerte y de esos que no dejan pasar una oportunidad para irse al barro. Además tenía una tremenda zurda.
Hasta aquí podríamos estar hablando de cualquier buen jugador, pero Paul Breitner fue mucho más que eso. En plena década de los 70 se convirtió en un icono del fútbol. Casi una estrella del pop.
Su peculiar imagen con larga melena afro, acompañada de gigantescas patillas y frondoso bigote, le conferían un aspecto bastante extravagante. Casi tanto como su controvertido carácter y sus polémicas ideas políticas.
El formidable lateral germano pasó en apenas 4 años del más absoluto anonimato a convertirse en una estrella mundial, encumbrando a su club, un modesto hasta poco antes y devolviendo a su selección a lo más alto.
Desde su debut en el Bayern de Munich de Beckenbauer con 18 años, en 1970, hasta aquella final, Afro había ganado 3 Ligas, la primera Copa de Europa para su club, una Eurocopa y un Mundial. Casi nada.
Paul Breitner expande sus fronteras
Aquel verano del ’74 el Barcelona fichaba a Johan Cruyff tras negarse el controvertido jugador a cumplir el acuerdo del Ajax con el Real Madrid. Una historia que contaremos otro día
Tras ese golpe institucional, el Real Madrid se lanza al mercado en busca de un fichaje de campanillas que mejore la imagen del club. Como suele decirse, por despecho.
A cambio de una cantidad cercana al millón y medio de dólares Paul Breitner ficha por el Real Madrid para sorpresa de todos.
Era un gran jugador, pero era lateral izquierdo y ocupaba plaza de extranjero, lo que hizo correr ríos de tinta, ya que, en esa época un club solo podía dos extranjeros.
Plazas reservadas para jugadores llamados a ser las estrellas del equipo, normalmente talentosos centrocampistas o grandes goleadores.
Miljanic insistió en contratar a Paul Breitner para sorpresa de todos. El otro extranjero del equipo era alemán. Gunter Netzer. Un volante ofensivo que había dado muy buen resultado en su tierra, tal vez esto influyó en la petición del entrenador balcánico.
A parte de cuestiones deportivas estaba su faceta personal. Se le tenía por un gran profesional pero sus ideas políticas despertaban muchas dudas. Paul Breitner se había declarado maoísta, además de admirador del Che Guevara y de Ho Chi Minh.
La llegada del llamado «Kaiser Rojo» al Real Madrid sorprendió a todo el mundo, un equipo siempre «vinculado» al régimen de Franco, que como poco era anticomunista y para muchos directamente filofascista. Imagínense el lío.
Un hombre comprometido
Futbolísticamente se adaptó muy rápido y fue fundamental para la consecución de 2 Ligas. Miljanic le colocó de mediocentro y su rendimiento fue muy bueno.
En Madrid recibió el apodo de «El Abisinio», nombre con el que los soldados nacionales apodaban a los milicianos republicanos.
Como os podéis imaginar la vida de un comunista en el Madrid «tardofranquista» dejó anécdotas cuanto menos curiosas.
Breitner se comunicaba con el club siempre a través de un empleado que hablaba alemán y fue a él al que le pidió que consiguiera que le enmarcaran una lámina con la imagen de Mao. Esto no gustó mucho en el club y ordenaron dar largas al jugador.
Pero Breitner no se olvidaba y reclamó una y otra vez su cuadro hasta que la directiva cedió y autorizó el trabajo. Eso sí, se hizo en el más absoluto secreto.
Lo más preocupante para el Real Madrid no era que Paul Breitner declarara abiertamente sus ideas políticas contrarias al régimen, si no que sus actos eran acordes con sus ideas y ahí empezaban los problemas.
Durante los últimos coletazos del régimen de Franco, los trabajadores de la compañía Standard mantenían un pulso con la empresa y se habían declarado en huelga. Acto totalmente prohibido y castigado con penas durísimas.
Los huelguistas se presentaron en el entrenamiento y pidieron ayuda a los jugadores, evidentemente las ordenes del club eran evitar esos jaleos. Muchos jugadores salvaron la papeleta entregando unos balones para una rifa.
Afro no era como los demás. Ni corto ni perezoso aportó 500.000 pesetas a la caja de resistencia de los trabajadores. Pensad que en aquella época esto era una suma elevadísima de dinero.
Un tipo con ideas propias
Fue reprendido por el club, poco amigo de que los jugadores se significasen con este tipo de causas. Su respuesta fue que él con su dinero hacía lo que quería.
Se sabía mantenía un centro para discapacitados en Alemania, por lo que no era la primera vez que aportaba fondos por alguna causa social.
Tras 3 temporadas slió de Real Madrid, rumbo al Eintracht Brunswick que pagó una cuantiosa suma por su fichaje. Paradójicamente esto fue gracias a la publicidad de Jaggermaister. Este pequeño club alemán fue el primero en «manchar» su camiseta.
Aunque en Alemania las libertades eran otras, no se alejó de la polémica y meses antes del mundial de Argentina ’78, firmó un artículo en la prensa en el que arremetía duramente contra el dictador militar Videla.
En dicho artículo cuestionaba a la Federación Alemana por no negarse a disputar un Mundial en un país dictatorial. Incluso tildó a sus compañeros de “eunucos políticos” por permitirlo.
A pesar de todo esto, fue convocado para disputar aquel Mundial, al que evidentemente se negó a ir. Aunque volvería posteriormente a la selección.
Contra todo pronóstico y con una megaoferta de renovación en el Bayern de Munich, colgó las botas tras el Mundial del ’82.
En dicho mundial, volvió a marcar en la final siendo de los pocos jugadores que han marcado un gol en dos finales de la Copa del Mundo. A los 31 años dejaba el fútbol tras 13 años como profesional.
Aunque con un discurso suavizado por el paso de los años, nunca se alejó totalmente de sus ideas ni de la polémica. Una muy recordada fue cuando le nombraron seleccionador de Alemania (ya unificada) en 1998.
Duró apenas 17 horas en el cargo, ya que, gran parte de la Federación Alemana se negaba a trabajar con él y tuvo que ser destituido, aunque el detonante nunca ha trascendido.
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