En abril de 1960 nació la hermana sudamericana de la Copa de Europa, la Copa Libertadores.
Si la Copa América fue el embrión del torneo de selecciones y Europa copió la idea, en este caso fue al revés.
La idea de la Copa de Europa gustó mucho en Sudamérica y la idea se exportó.
De la mano de este nacimiento llegaría un nuevo torneo, la copa Intercontinental.
Henri Delaunay fue el precursor e ideólogo, con la idea de nombrar cada año al campeón del mundo.
Si bien la idea era otorgar el título de campeón del mundo, la FIFA no lo vio claro, porque solo se enfrentaban dos continentes y el resto no estaban representados.
Esta idea del campeón del mundo no era la primera vez que se barajaba.
A tal fin se organizó en 1950 se organizó en Caracas “el mundialito de clubes”, tan de actualidad hoy en día.
Antaño no consiguió continuidad, o al menos legitima porque la Copa Internacional de Rio se erigió como su heredera.
Después llegaría en 1962 la Copa Mohamed V, a instancias de la federación de Marruecos y con el respaldo de la Confederación Africana de Fútbol, por aquel entonces un actor secundario del panorama internacional futbolístico.
Sobrevivió hasta 1988, aunque os podréis imaginar su relevancia, es un tema curioso del que ya hablaremos en otro momento.
La UEFA y la CFS rápidamente pactaron las condiciones del torneo en ciernes.
Los designados por cada federación fueron, el propio Delaunay y Freitas.
Doble partido, uno en cada continente, con partidos de desempate 48h después, sin diferencia de goles.
La designación de continente de ida y vuelta rotaría año a año, con solo un sorteo inicial el primer año.
Los árbitros serían del continente de la sede, pero de un país diferente a los contendientes.
Así se eligió el mítico trofeo del balón sobre su soporte y se designa Sudamérica para el primer partido, que marcaría el resto de su historia.
El primer campeón de Sudamérica, el Peñarol de Montevideo, se medirá al pentacampeón Europeo, el Real Madrid.
Y es que Europa llevaba ya cinco copas de Europa, pero el campeón era siempre el mismo, el Real Madrid.
La fecha para la ida sería el 3 de julio de 1960 en el estadio de Montevideo.
El 26 de Junio se jugaba la final de Copa del Generalísimo en España.
El Real Madrid exhibió allí su copa de Europa, venía de meterle 7-3 al Eintracht de Frankfurt y en semis le había metido 8-1 al Athletic.
En la final, frente al Atlético todo el mundo decía que le caerían 9…
Pues no fue así, los colchoneros se impusieron 3-1 y Gento se lesionó en la final.
El vuelo a Montevideo parecía un funeral.
El Estadio Centenario colgó rápidamente el “no hay billetes” y 71.000 gargantas será un ambiente más que hostil para el Real Madrid.
Inesperadamente unos 2000 expatriados, en su mayoría residentes en Buenos Aires, cruzan el Río de la Plata para animar al club blanco.
El Real Madrid sale de España en pleno verano y llega al invierno uruguayo.
El frío polar y la lluvia hacen acto de presencia poco antes del encuentro y el campo se transforma en un barrizal impracticable.
Curiosamente se había decidido que los equipos no portaran sus propios escudos, sustituidos por el escudo de su confederación y todo se interpreta como un América vs Europa.
El Peñarol cuenta con todos su jugadores sudamericanos, casi todos charrúas, menos un ecuatoriano, un argentino y un brasileño.
El Real Madrid en cambio lleva 4 sudamericanos de nacimiento, Santamaría como uruguayo, Canario brasileño y Domínguez y Di Stefano argentinos.
Son los peor parados, silbados y abucheados desde el minuto 1, tratados como traidores o desertores.
En cuanto al partido en el barrizal, es infumable, malo para todos, ni calidad, ni velocidad ni nada y empate a eso, a nada.
La vuelta se juega en el Bernabéu en septiembre, bajo un calor infernal.
Al Madrid prepara el partido en el Escorial, escapando del calor y el Peñarol se queda una semana en Madrid.
La parroquia esta emocionadísima, 120.000 gargantas apoyarán al conjunto blanco.
Ahora si la película era otra, antes de los 10 minutos Puskas había perforado las mallas uruguayas tres veces.
El partido acabó 5-1 y el madridismo se afana por presumir que son “oficiosamente” campeones del mundo.
La mejor definición del partido la escribió el enviado de L’Equipe:
“He viajado desde Roma a Madrid para ver una final que ha durado 10 minutos, pero viajaría gustoso otras 10 veces por ver el primer gol de Puskas”. Jean Eskenazy
El Peñarol tendría la oportunidad de vengarse en 1966, pero esa ya es otra historia…
