Su inmensa repercusión mediática hizo que siempre se magnificase cualquier cosa que hiciese, tanto para bien como para mal.
Muchos han esgrimido siempre la teoría de las dos caras del astro, Diego y Maradona.
Doctor Jekyll y Mr. Hyde, dos personalidades que coexisten en un solo cuerpo, pero de funcionamiento radicalmente opuesto.
Siempre que alguien se refiere a Maradona como Dios, yo no lo entiendo según el patrón tradicional judeocristiano de Dios, omnipotente, omnipresente e imagen de la perfección.
A mi entender Maradona se ajusta a la tradicional concepción greco-latina de las deidades. Esos seres sobrenaturales cuyas historias recoge la mitología, con atributos celestiales y defectos terrenales.
Dioses inmortales sí, pero con sus virtudes y sus vicios como corrientes mortales.
La polémica imagen del «Pelusa» le persiguió durante toda su vida, sobreviviendo incluso a la persona.
Si el Maradona jugador era capaz de deslumbrar al mundo sobre un terreno de juego. Diego podía acaparar todas las críticas por cuestiones extradeportivas. Héroe en el campo y en ocasiones villano en la calle.
El camino equivocado
El humilde chico de Villa Fiorito se acabó convirtiendo en toda una estrella que tenía todo lo que quería al alcance de su mano y, a veces eso es difícil de digerir.
En el verano de 1982 fichó por el FC Barcelona por un contrato millonario a lo que hay que añadir sus ingentes ingresos por contratos publicitarios. Tal vez Diego se emborrachó de fama en ese tránsito hacia la opulencia.
Sus dos temporadas en la Ciudad Condal no fueron deportivamente excelentes. Dejó destellos pero con demasiada intermitencia. El equipo consiguió pocos títulos y su rendimiento estuvo lejos de lo que esperaban del fichaje más caro de la historia.
En el plano extradeportivo, suele fecharse en esta etapa su primer contacto con las drogas, sobre todo con la que se convirtió en su caballo de Troya, la cocaína.
Excesos que chocaban frontalmente con su aparición en campañas publicitarias y partidos contra las drogas.
Otras fuentes retrasan su contacto con la «dama blanca» hasta 1985, llegando a ella a través de Guillermo Coppola, su representante.
Primeros contratiempos
Algo que marcó su devenir futbolístico en la Ciudad Condal fue una supuesta hepatitis tipo B, diagnosticada en diciembre de 1982. Sin que hubiese podido deslumbrar a su nuevo público, aquel contratiempo le alejó tres meses de los terrenos de juego.
Esta fue la versión oficial del club para tratar de calmar a las impacientes masas culés. Se afanaban en asegurar la procedencia accidental de tal dolencia, mientras que las versiones oficiosas se centraban en un origen no tan fortuito.
Siempre se especuló sobre las poco recomendables aficiones nocturnas del astro argentino, donde las fiestas repletas de vicio y perversión, prostitutas, orgías, alcohol y otras drogas, se prolongaban hasta el amanecer.
Recientemente, personas vinculadas al club en aquella etapa, han desvelado que la supuesta hepatitis se trataba en realidad de una enfermedad venérea fruto de dichos excesos.
A su vuelta a los terrenos de juego Maradona se encontró con un cambio de entrenador, que en teoría favorecía su juego y su adaptación. Había llegado al Camp Nou su paisano César Luís Menotti.
Sus métodos fueron muy cuestionados, sobre todo su costumbre de entrenar por las tardes, supuestamente porque se jugaba por la tarde.
Los más desconfiados siempre achacaron ese cambio a una estrategia para encajar la vida nocturna de Maradona.
Deportivamente la temporada fue discreta, quedaron cuartos en una Liga que ganó el Athletic Club, pero salvaron el año venciendo en la final de Copa del Rey al eterno rival.
Al año siguiente los hábitos extradeportivos de Maradona no debieron mejorar, pero fue una lesión, esta vez sí deportiva, la que volvió a cortar su progresión.
La dura entrada de Goikoetxea destrozó el tobillo de Diego en la 4ª jornada, teniendo que ser intervenido de urgencia y dejándole en el dique seco durante varios meses.
Nuevo comienzo en Nápoles
Parte de su recuperación siguió arrastrando cierta polémica, ya que, el crack decidió realizarla en Argentina y los métodos fueron muy cuestionados desde Barcelona.
Durante la temporada 1983-1984 únicamente pudo disputar 16 partidos, volviendo a los terrenos de juego en el tramo final.
Precisamente su último partido con la elástica blaugrana fue la final de copa del Rey frente al Athletic Club, con el que mantenían una rivalidad terrible que desembocó en la famosa batalla del Bernabéu.
Maradona fue de los más activos en la batalla campal y sumó un nuevo escándalo a su cuenta personal, a lo que hay que añadir una sanción de tres meses sin jugar. Fue ahí cuando Diego decidió definitivamente cambiar de aires y solicitó salir del club.
Núñez inicialmente se negó, pero finalmente le vendió al Nápoles por 1.500 millones de pesetas.
A pesar de que la Serie A era la más potente del mundo, el Nápoles era un equipo menor, en un campeonato donde los poderosos equipos del norte llevaban la voz cantante.
Tan modesto que la temporada anterior había sufrido para mantener la categoría. Recién aterrizado en San Paolo, ya se vinculaba su fichaje con el dinero de la camorra napolitana.
Durante sus años en la ciudad partenopea se le relacionó con la familia Giuliano, especialmente con Carmine Giuliano con quien se dejaba ver habitualmente.
Deportivamente esta fue la mejor etapa de Maradona, pero personalmente una de las peores de su vida. Era un secreto a voces que sus contactos con la camorra suponían una buena fuente de suministro de cocaína.
Todo empieza a torcerse
Rendía en el terreno de juego y nadie cuestionaba nada de su vida nocturna, su relación con la camorra o sus primeros encontronazos con la prensa. Todo se le perdonaba por sus grandes actuaciones con los «Gili Azzurri«.
Durante su estancia en Italia le salieron varios hijos ilegítimos a Maradona, como Diego Sinagra, al que reconoció tras años negando la paternidad, fruto de una relación extramatrimonial con una amiga de su hermana.
El escándalo fue portada en las revistas del corazón y supuso serios problemas a Diego con su entonces mujer, Claudia Villafañe.
Paralelamente y por alguna razón desconocida, su relación con la camorra se rompió y comenzó la caída libre del ídolo.
Su deseo de abandonar el club provocó una pérdida súbita de popularidad en Nápoles, donde Maradona es casi más idolatrado que en Argentina.
Algunas fuentes achacan este cambio a que solicitó ante la prensa el apoyo de los napolitanos para la semifinal del Mundial de Italia ’90 que enfrentó a la anfitriona con la albiceleste en San Paolo.
Su polémica declaración le aportó el apoyo de muchos napolitanos al mismo tiempo que se ganó muchos enemigos que lo entendieron como un intento de dividir a los italianos, ya de por sí separados en la eterna lucha entre norte y sur.
La «dama blanca» se apodera de la vida de Maradona
Poco después se filtró una conversación telefónica de Maradona con un miembro de la familia Giuliano en la que pedía prostitutas y cocaína para una noche de fiesta.
Aquella llamada fue utilizada como prueba judicial y ahí empezaron los problemas de Maradona con la justicia italiana. Fue condenado a 14 meses de prisión y al pago de una multa de 4 millones de liras.
Lo sorprendente del asunto es que superaba los habituales controles antidoping. Según sus propias palabras en un documental, su estrategia para evitar los controles antidopaje era sencilla: no consumía después del miércoles, para dar tiempo a eliminar los restos de la sustancia.
Siempre se ha creído que los controles no eras excesivamente rigurosos y es posible que alguien orinara por él en alguna ocasión.
Como era de esperar algo no salió bien y confirmó lo que todo el mundo sabía, Maradona dio positivo por cocaína en marzo de 1991 tras un encuentro frente al Bari, siendo sancionado con 15 meses de suspensión.
Caído en desgracia y sin oportunidad de jugar al fútbol, decidió volver a Argentina para reconducir su situación.
Nada más lejos de la realidad. Sin fútbol, la brújula de su vida, se dejó llevar y a los pocos días fue detenido acusado de nuevo por posesión de cocaína.
Su vuelta a los terrenos de juego se produjo en Sevilla, donde lejos de reformarse volvió a las andadas dando más que hablar por su vida personal que por sus goles.
Argentina, última tabla de salvación
Mermado por los excesos y el sobrepeso, volvió a Argentina y hasta llegó a disputar el Mundial de 1994, pero volvió a dar positivo, esta vez por efedrina, y volvió a ser sancionado con 15 meses sin poder jugar.
Esa sería su retirada definitiva de la albiceleste, pero no del fútbol.
Cumplida la segunda sanción, volvió a enfundarse la zamarra Xeneize, equipo en el que puso fin a su carrera en 1997, atosigado por los rumores de un nuevo positivo, una vez más por la dichosa cocaína.
Al colgar las botas no se apagó la polémica y los focos siguieron centrándose en él, ahora sin la posibilidad de blanquear su imagen con sus maravillosas actuaciones sobre el césped.
A pesar de sus intentos por dirigir equipos, solo enlazó fracasos en los banquillos. En estos últimos 13 años su imagen solo ha hecho que empeorar, física y mediáticamente, mientras su estrella se fue apagando.
El ocaso del genio
Sobre él pesaron graves acusaciones de violencia de género, con vídeos que muestran su peor cara, la de un Diego en estado de aparente embriaguez, inmerso en desagradables discusiones de pareja.
Al calor de estas imágenes afloraron infinidad de críticas, acusándole de maltratador y machista, aunque bien es cierto que nunca fue juzgado por ello y que las imágenes no muestran maltrato físico explícito.
Sus adicciones degeneraron en infinidad de ingresos en clínicas de desintoxicación, con el seguimiento mediático acorde a su fama mundial.
Fruto de estos periodos de desintoxicación surgió otra gran polémica que dañó más si cabe su imagen. Durante una de sus estancias en Cuba, circuló por las Redes Sociales alguna foto en la que se veía a Diego en ropa interior acompañado de jóvenes desnudas.
Una parte de la opinión pública empezó a especular sobre la minoría de edad de las chicas por lo que comenzó a recibir acusaciones de pedófilo.
Lo cierto es que la edad de las acompañantes no ha trascendido y a juzgar por la imagen podría tratarse de menores o no.
A pesar de toda una vida repleta de polémica y unos últimos años para olvidar, su poso en el mundo del futbol es de tal magnitud, que la mayoría de la gente de futbol le perdona todos sus pecados. Y con razón.