Tras perder la final de Italia 90 frente a Alemania, Diego empieza una nueva etapa en su vida.
A sus 30 años sigue atesorando ese talento nunca visto, pero su físico no es el mismo y a pesar de haber marcado la diferencia, tal vez por sus excesos, ya no es el de cuatro años atrás.
La caída del ídolo
Quizá por todo esto decide alejarse del que fuera su representante y amigo desde 1985, Guillermo Coppola, quien para muchos era el verdadero problema. Supuestamente le inició en aquella tóxica relación con la famosa “dama blanca” que le acompañaría el resto de su vida.
Lo cierto es que, si no se la presentó Coppola, hizo muchos méritos para consolidar aquella peligrosa conexión entre el astro y su némesis, la cocaína.
Tras esa declaración de intenciones de Diego, muchos pensaron que volverían a ver al mejor Maradona y, sí hubo cierta mejoría deportiva.
El Nápoles marchaba en mitad de tabla, como «El Pelusa», lejos de sus mejores tiempos, cuando todo se vino abajo definitivamente la tarde del 17 de marzo de 1991. Tras la victoria ante el Bari, dio positivo en un control antidoping.
La Federación Italiana de fútbol con 15 meses de suspensión y, al al contrario de lo que pudiera parecer, no fueron todo lo tranquilos que cabía esperar. Eso siempre pasó con Maradona.
Fue detenido en Argentina, acusado de posesión de drogas y obligado por la justicia a iniciar un proceso de desintoxicación. En Italia fue condenado a 14 meses de cárcel por el mismo delito, aunque no llegó a entrar en prisión.
El 1 de junio de 1992 finalizó su suspensión y aunque seguía siendo jugador del Nápoles, Diego había decidido cambiar de aires.
Una nueva ilusión
No fueron pocos los clubes que se interesaron por «El Pelusa», pero la operación no era nada fácil. A sus pretensiones económicas, que no eran precisamente modestas, había que añadir un alto coste por el traspaso.
Cifras propias de un megacrack mundial por el que los grandes clubes europeos no tenían intención de apostar.
Por otra parte, se suele decir que Diego prefería un club con una exigencia deportiva algo menor, consciente de que su carrera había iniciado el declive.
Sus dos principales opciones fueron Sevilla y Olympique de Marsella, siendo los hispalenses los que finalmente se llevaron el gato al agua.
El Sevilla estaba apostando por un ambicioso proyecto deportivo, avalado por una gran inyección económica, que le aportara opciones de alcanzar cotas más altas a un equipo acostumbrado a navegar en tierra de nadie.
Al frente de aquel prometedor equipo pusieron a Carlos Salvador Bilardo, quien fuera campeón del mundo con Argentina en 1986.
«El Narigón» fue clave en la contratación de Maradona por el Sevilla, ya que, su insistencia acabó por decantar la balanza a favor de los hispalenses.
Diego no fue el único fichaje solicitado por Bilardo, que también requirió los servicios de otro compatriota, Diego Pablo Simeone.
El Nápoles no estaba dispuesto a desprenderse de su jugador franquicia por lo que fue necesaria la mediación de la FIFA para desbloquear la operación.
Sevilla aparece en el mapa futbolístico
El traspaso de Maradona al Sevilla se cerró en torno a unos 7,5 millones de dólares, cantidad que en su mayoría pagó el grupo empresarial al que pertenece Telecinco (actual Mediaset), propiedad del magnate de las telecomunicaciones y presidente del A.C Milan, Silvio Berlusconi.
El último escollo fue conseguir una autorización judicial para que Diego pudiera viajar a España, dado que aun arrastraba problemas con la justicia argentina.
La rueda de prensa de su presentación fue lo nunca visto hasta la fecha en Nervión. Maradona puso todos los focos sobre el Sevilla. Los medios de comunicación que seguían al club se multiplicaron hasta ponerse a la altura de los grandes clubes de Europa.
El fichaje de Diego propició que el Sevilla explotase mediáticamente su incorporación gracias a una serie de amistosos y compromisos publicitarios que reportaron una buena suma de dinero al club.
El 28 de septiembre de 1992 fue presentado por todo lo alto en el Sánchez Pizjuan. Para la ocasión organizaron un partido frente al Bayern de Munich de Lothar Matthäus.
La respuesta de la hinchada sevillista fue la esperada, consiguiendo aquel año el récord de abonados.
Muchos aficionados admitieron que se habían sacado el abono únicamente para ver jugar a Maradona, que a pesar de sus problemas, seguía teniendo vitola de estrella y un tirón brutal entre las masas.
Había muchas esperanzas puestas en aquel Sevilla, que era un equipo que le iba como anillo al dedo a Bilardo. Un equipo intenso de por sí al que el «Doctor» le imprimió rápidamente su seña de identidad, su carácter ganador.
El Sevilla de «Los Diegos»
El Sevilla estaba cortado por el mismo patrón que todos los equipos de Bilardo. Un par de figuras que aportasen magia, custodiados por una rocosa guardia pretoriana.
En Nervión su martillo eran Maradona y Suker, mientras que el yunque lo formaban los Prieto, Manolo Jiménez, Martagón o Simeone.
A este equipo se le recuerda como el Sevilla de «Los Diegos», aunque algunos dirán que simplemente era una legión de carniceros. El caprichoso destino quiso que el primer partido oficial de Maradona en su regreso al fútbol español fuera en La Catedral, frente al Athletic Club.
«Los Leones» no eran precisamente un rival fácil para «El Pelusa», Goikoetxea le había lesionado de gravedad en 1983 y un año después en la final de Copa del Rey, su último partido en España, terminó de la peor manera posible, con la bochornosa Batalla del Bernabéu.
A pesar de la derrota, lo cierto es que hizo Diego hizo un buen partido, más teniendo en cuenta que llevaba prácticamente 2 años sin jugar un partido oficial.
Aquel pequeño y regordete genio, al que el vestuario apodó como “Willow” eclipsó rápidamente su prominente barriga a base de calidad.
Bilardo quiso explotar sus virtudes, carácter ganador y sumadera de líder, dándole el brazalete de capitán desde el primer día. A su vez se cuidó de sus defectos y alertó al vestuario de su problema con la droga. Si no era posible evitar sus vicios, que al menos no le incitasen.
Breve pero intenso
Diego también puso de su parte, contrató por su cuenta a Fernando Signorini, su preparador físico de confianza.
Su forma física mejoró ostensiblemente, sin llegar a perder esa rechoncha figura que le caracterizó, pero la barriga prácticamente desapareció y hasta volvió a su peso del Mundial ’86.
Por si quedaba alguna duda sobre su compromiso, no quedó ni rastro de ella cuando superó un control antidoping. Eran tiempos de vino y rosas. Todo era felicidad en Sevilla.
Diego estaba feliz y eso se veía reflejado en el campo y en la calle, llegando a hacer de Baltasar en la cabalgata de reyes.
Para el recuerdo de la afición hispalense quedaron algunas grandes tardes, como la jornada en la que el Sevilla se impuso 2-0 en el Sánchez Pizjuán con una actuación de Maradona más propia de otros tiempos.
Todo fue bien hasta febrero del 93, cuando fue convocado de nuevo por la selección argentina para un amistoso frente a Brasil y el club se negó.
Maradona y Simeone acudieron a la llamada de la albiceleste bajo su responsabilidad y el idilio se rompió para siempre.
Fue bonito mientras duró
Perdió la ilusión, ya no era el mismo… A partir de ese momento empezó un nuevo declive físico y futbolístico que le hizo perder la titularidad.
Era habitual que no entrenase y los medios de comunicación no dejaban de sacar noticias polémicas. El ambiente se enrareció. Desde el club justificaban sus ausencias alegando problemas físicos o que tenía un gimnasio en casa y entrenaba allí.
En la jornada 37, aún con opciones de clasificarse para competiciones europeas, Bilardo lo sustituyó en el 53´ cuando el Sevilla ganaba 1-0 al Real Burgos
Diego lanzó el brazalete de capitán al suelo y abandonó el terreno de juego soltando improperios hacia Bilardo. Aquel partido, el último de Maradona vistiendo la camiseta del Sevilla, terminó en empate, perdiendo sus opciones de meterse en Europa.
Poco después llegó a un acuerdo con el club para rescindir su contrato, el sueño que iba a durar 4 años se rompió pocos meses después de comenzar.
Porque la felicidad, como otras muchas cosas, no se pueden comprar con dinero…
Maradona fue un jugador único, inigualable, héroe y a la vez villano. Una leyenda de carne y hueso, un dios terrenal, con sus virtudes y sus defectos.
PD: Siempre he sido ateo, pero ahora estoy seguro de que Dios está en el cielo. Hasta siempre Diego.