Morir con las botas puestas

Semifinales del Mundial de Suiza 1954. Hungría y Uruguay, defensora del título, se enfrentan por un puesto en la gran final de Berna.

El partido finaliza con 4-2 a favor del magnífico equipo magiar. Lo de menos fue el resultado, en aquel encuentro sucedió algo que escapa a la lógica. Una resurrección.

Nuestro protagonista de hoy es Juan Eduardo Hohberg. Un argentino nacionalizado uruguayo al que la afición de Peñarol llamaba “El Verdugo”, por como ejecutaba a los porteros rivales con una voracidad goleadora imparable.

Juan Eduardo Hohberg siendo atendido tras marcar el segundo gol a Hungría - Odio Eterno Al Fútbol Moderno
Juan Eduardo Hohberg siendo atendido tras marcar el segundo gol a Hungría (Fuente: www.infobae.com)

Aquella tarde del 30 de junio de 1954 en Lausana saltó con la camiseta celeste junto al resto de sus compañeros dispuestos a alcanzar una nueva final de la Copa del Mundo.

El partido se les torció rápidamente, ya que, en el primer tiempo Czibor (13’) y Hidegkuti (45’) ponían las cosas realmente difíciles al conjunto sudamericano.

Como en otras tantas ocasiones apareció la garra charrúa para igualar el marcador. Aquel día personificada Juan Eduardo Hohberg, que marcó dos tantos (75’ y 86’) para igualar la contienda y mandar el partido a la prórroga.

Juan Eduardo Hohberg con la camiseta de Uruguay - Odio Eterno Al Fútbol Moderno
Juan Eduardo Hohberg con la camiseta de Uruguay (Fuente: ladetrapo.ver.pe)

Levántate y juega

Aquí viene la madre del cordero. Durante la celebración del segundo tanto el número “8” uruguayo se desploma.

Los compañeros que lo rodeaban avisaron rápidamente a los servicios médicos. Había sufrido un paro cardíaco. Estaba muerto

Carlos Abate, uno de los galenos aseguró tras el encuentro que estuvo muerto 15 segundos. Unos instantes interminables en el estadio de La Pontaise para un público con el corazón encogido, ajeno al partido que se seguía disputando.

El fisio Carlos Abate reanimando a Juan Eduardo Hohberg - Odio Eterno Al Fútbol Moderno
El fisio Carlos Abate reanimando a Juan Eduardo Hohberg (Fuente: dias.metro951.com)

Durante la reanimación le administró una medicina que estimula las vías respiratorias y volvió a la vida.

Juan Eduardo Hohberg estaba hecho de otra pasta. Desoyendo los consejos médicos se negó a abandonar el partido. Posiblemente la mayor locura vista sobre un terreno de juego en la historia de este deporte.

Al igual que Lázaro, una vez resucitado, disputó los treinta minutos de tiempo extra, en los que Sandor Kocsis dio la puntilla a los uruguayos con otros dos tantos.

Juan Eduardo Hohberg fue un delantero voraz - Odio Eterno Al Fútbol Moderno
Juan Eduardo Hohberg fue un delantero voraz (Fuente: www.horadefutbolperu.com)

Leyenda aurinegra 

Debutó en Rosario Central en 1945, pero el grueso de su carrera lo pasó en Club Atlético Peñarol, donde es una auténtica leyenda.

Formó parte de la temida delantera conocida como “La Escuadrilla de la Muerte” junto a Alcides Ghiggia, Óscar Miguez, Juan Alberto Schiaffino y Ernesto Vidal.

En la capital uruguaya ganó siete campeonatos domésticos y se convirtió en emblema del club anotando 283 goles en 193 partidos. Una media goleadora solo a la altura de los elegidos.

Precisamente durante su última temporada con los “Carboneros” conquistaron la primera Copa Libertadores de su historia.

Hohber formó parte de "La Escuadrilla de la Muerte" de Peñarol - Odio Eterno Al Fútbol Moderno
Hohber formó parte de «La Escuadrilla de la Muerte» de Peñarol (Fuente: twitter.com)

Tras una exitosa carrera Juan Eduardo Hohberg jugó un año más en el Cúcuta Deportivo. Se retiró en 1961 y en este mismo club comenzó su periplo como entrenador.

Dirigió a equipos en Uruguay, Argentina, Colombia, Perú y a la selección uruguaya durante el Mundial de 1970, alcanzando el cuarto puesto, la mejor posición desde 1954.

En 1977 se afincó en Perú, donde levantó tres Ligas peruanas antes de alejarse del mundo del fútbol, una con Universitario  y dos con Alianza Lima. Falleció en Lima el 30 de abril de 1996.

Esta es la increíble historia de Juan Eduardo Hohberg, el jugador que estuvo muerto, resucitó y, siguió jugando. Un ejemplo extremo de la estoica garra charrúa.

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