Sus portentosas actuaciones hicieron que los grandes clubes se fijasen en él y con apenas 20 años fichó por el Real Madrid, que desembolsó 4.000 pesetas de la época para convertirle en uno de los pilares del equipo para competir en la recién estrenada Liga Española.
Destacó tanto por su exquisita calidad, habilidad para el regate, golpeo con ambas piernas y olfato de gol, como por su altanería y prepotencia tanto dentro como fuera de los terrenos de juego. Para muestra la forma en la que se describió a sí mismo a su llegada a Madrid: “¿Usted ha visto jugar a Samitier? Pues una cosa así, pero en mejor”.
Fue uno de los grandes iconos del fútbol español en las décadas de 1920 y 1930. Momentáneamente máximo goleador histórico del Real Madrid con 72 goles en 75 partidos, superando la marca establecida por Santiago Bernabéu, así como máximo realizador histórico de la Liga mientras estuvo en activo, además posee el segundo mejor promedio goleador en la selección española, logrando 9 en 4 partidos.
Dos de esos goles con el combinado nacional fueron el 15 de mayo de 1929 en el Metropolitano, en el primer duelo que Inglaterra perdió fuera de las islas. Tras anotar el definitivo 4-3, que llevó al rey Alfonso XIII a saltarse el protocolo en el palco ante la algarabía generalizada, Gaspar Rubio fue calificado por la prensa internacional como el mejor futbolista del momento.
Antes de aquel duelo el valenciano exigió a la Federación que le pagasen diez duros por cada gol que marcase, en el primer antecedente de las “primas” que se recuerda en el fútbol español.
El Rey Gaspar
Sus grandes registros, todas las virtudes que mostraba sobre el campo y su carácter altivo le valieron el sobrenombre de “El Rey Gaspar” o “El Mago”, pero su prometedora carrera se torció por su díscolo carácter.
A su llegada a Madrid parte de la prensa se mofó tildándole de “paleto” por su aspecto de pueblerino portando boina y gabardina hasta los tobillos. Sabedor de lo que se estaba diciendo de él, Gaspar Rubio lanzó su primer dardo:
Lo más curioso es que cumplió su pronóstico y el día de su debut con el Real Madrid anotó dos goles tal y como había descrito. Así inició una tradición con la prensa apostando cada semana los goles que iba a marcar en la correspondiente jornada.
La fuga
Tras dos grandes campañas de blanco en 1930 de golpe y porrazo embarcó junto a un amigo en Vigo para marcharse a La Habana. Durante dos años jugó en Cuba y México, pero cuando quiso regresar a España se encontró con un grave problema.
La directiva merengue había denunciado ante la FIFA el incumplimiento de contrato, prohibiéndole firmar con otro equipo. Regresó a Madrid gravemente lesionado y ya nada fue lo mismo.
Poco antes de aquello se convirtió en el primer goleador blanco en un Clásico, anotando los dos primeros tantos de su equipo en la goleada 5-1 que endosaron al FC Barcelona el 30 de marzo de 1930 en Chamartín.
Un talento indómito, cuya aventura por las Américas quedó inmortalizada en el poema de Homero Rodríguez:
Aquí hay gato encerrado, dirá algún intuitivo; y algunos maliciosos creerán que me voy rico. Habrá quien a Lazcano le pisará el oficio y hará una novelilla llamada El fugitivo.
Pues no hay tal. Los que piensa en gatunos designios sólo son cuatro gatos sin ningún buen sentido.
Me voy pobre, en tercera, como había venido.
Volveré por la Pascua, ya lo veréis, amigos, pues, como Rey Gaspar que soy, yo no me olvido que tengo que traer juguetes a los niños.
Me voy a Centroamérica que es un centro magnífico, mejor que los que Olaso algunas veces hizo.
Me voy, y ahí queda eso. Madrid es cruel conmigo, ahora se trae un húngaro para ocupar mi sitio y yo no quiero hacer el oso, amigos míos
El Rey del Astrágalo
De nuevo en la capital de España se marchó al vecino, entonces conocido como Athletic de Madrid y años después regresó a su tierra para jugar esta vez en el Valencia CF.
Durante la Guerra Civil volvió al equipo que le vio despuntar como futbolista para conquistar la Copa de la España Libre, título aún sin reconocimiento oficial para los “granota”.
Sus últimos años como futbolista los pasó deambulando de un club a otro mostrando pequeños destellos de la magia que tuvo antaño y lejos de alcanzar la carrera futbolística que su talento merecía.
Golpeado por las lesiones, en muchas ocasiones se rumoreó que las fingía para librarse de entrenamientos e incluso partidos, el sobrenombre que le acompañó durante sus últimos temporadas en activo fue “El Rey del Astrágalo”, hueso del que tuvo que ser intervenido durante una de sus estancias en Madrid.
Tras la retirada Gaspar Rubio estuvo entrenando durante dos décadas equipos en España y México, donde falleció en 1983 a los 75 años.