La “azzurra” había sumado dos victorias, entre ellas un 7-1, en 1928, que a día e hoy sigue siendo la mayor goleada encajada por la selección española. Un resultado que igualó Inglaterra tres años después en Londres.
Ni italianos, ni españoles, participaron en la primera edición de la Copa del Mundo celebrada en 1930, por lo que afrontaban su primera presencia en el torneo.
Los primeros además con la obligación de ganar en uno de los campeonatos más politizados de la historia, con la figura de Benito Mussolini forzando lo indecible para que les concedieran la organización y así airear las «bondades» de su régimen.
Sus compatriotas cumplieron. Tampoco les quedaba otra tras el “Vencer o morir” del líder supremo. Los jugadores dirigidos por el legendario Vittorio Pozzo se convirtieron en los primeros en ganar dos ediciones consecutivas (1934 y 1938), hito que solo ha igualado Brasil (1958, 1962).
La anfitriona doblegó a Estados Unidos 7-1 en la primera ronda, mientras que España venció 3-1 a Brasil en el Luigi Ferraris, en la que sigue siendo la única victoria de los españoles en partido oficial ante la “verdeamarela”.
Así se enfrentaron en el Giovanni Berta el 31 de mayo de 1934 con un puesto en semifinales en juego. Un partido que pasó a la historia como «La batalla de Florencia».
Por lo civil o por lo criminal
Todo valía para ganar. En una de las épocas más convulsas en la historia de Italia. El dictador permitió la nacionalización de hasta cinco futbolistas, el brasileño Guarisi y los argentinos Demaría, Guaita, Monti y Orsi, con tal de asegurar la victoria.
La vigente campeona Uruguay declinó a viajar a Europa por la negativa de los italianos de visitar su país cuatro años antes y, para los locales jugó la estrella argentina Luis Monti, único futbolista que ha disputado dos finales del torneo con dos países distintos.
“La Furia” contaba con un equipo repleto de talento. A la cabeza Ricardo Zamora, uno de los mejores porteros de la historia y el primero en parar un penalti en una Copa del Mundo. En punta de lanza amenazaban a la anfitriona los Lángara, Gorostiza. Lafuente y Regueiro.
Este último fue el encargado de abrir el marcador en el minuto 31 y ahí comenzó la “verbena” de los locales, empleándose con extrema dureza ante la permisividad del colegiado belga Louis Baert, acongojado por las 35.000 almas italianas que no cesaban de presionar desde la grada.
Una tras otra
Al filo del descanso igualó la contienda Giovanni Ferrari aprovechando que Zamora había quedado fuera de juego tras dos puñetazos de Schiavio. El colegiado inicialmente lo anuló, pero rectificó su decisión tras el “corrillo” italiano.
La segunda parte fue un recital de golpes y triquiñuelas de los locales. El marcador ya no se movió. Lafuente marcó, pero su tanto fue anulado por un inexistente fuera de juego. El escándalo fue monumental.
A diferencia del fútbol actual, tras la prórroga no existían los penaltis para deshacer el empate y debían disputar un partido de desempate al día siguiente para decidir el semifinalista.
Los españoles, debido a la extrema dureza de la “azzurra” tuvieron que jugar aquel encuentro sin siete futbolistas titulares, Zamora con dos costillas rotas, así como Ciriaco, Fede, Gorostiza, Iraragorri, Lafuente y Lángara también lesionados.
Encerrona
Las crónicas de la época cuentan que la designación arbitral no estuvo exenta de polémica y el suizo René Mercet siguió mirando a otro lado ante el juego brusco de la anfitriona.
Luis Monti, el futbolista que se adueñó del centro del campo a base de golpes terminó de «romper» a Bosch, que había vuelto al terreno de juego mediada la primera parte tras tener que abandonarlo por lesión nada más comenzar.
Poco después Quincoces también tuvo que retirarse por un tremendo golpe en el pecho de “Doble Ancho”. Los españoles terminaron el partido con 9 jugadores. Si los argentinos le acusaron de no meter el pie cuatro años antes, en este torneo mostró todo su repertorio.
Por si esto fuera poco, el árbitro anuló dos goles a los españoles, uno de ellos por un fuera de juego de un futbolista que estaba por detrás del autor del gol y, si concedió el polémico tanto de Giuseppe Meazza (mientras Demaría agarraba al meta español), que significó la victoria transalpina.
Ninguno de los dos colegiados presentes en «La batalla de Florencia» volvió a dirigir un encuentro tras aquella eliminatoria y dicen que Jules Rimet, por entonces presidente de la FIFA, llegó a asegurar que no sabía si el torneo lo había organizado el propio Benito Mussolini.
Los locales se despidieron con el saludo fascista, mientras sus rivales hacían lo propio irónicamente mirando al colegiado. Fueron recibidos en olor de multitudes y a iniciativa del periódico La Voz se hizo una colecta de 15.000 pesetas para premiar a los futbolistas españoles con una medalla de oro.
Italia se adjudicó aquel torneo y el siguiente disputado en tierras francesas, mientras que España se topó una y otra vez con los cuartos de final hasta que logró superar esa barrera en 2010.
En lo que se refiere a los duelos contra la “azzurra” desde «La batalla de Florencia» los españoles no lograron doblegarles en partido oficial hasta el 4-0 en la final de la Eurocopa 2012.