Actualmente la UEFA dirige los sorteos de sus competiciones para evitar determinados enfrentamientos entre países que mantienen conflictos diplomáticos o bélicos.
Esto no siempre fue así, si no que se lo digan a las dos Alemanias por ejemplo, dos selecciones de un mismo país que se vieron las cartas en el Mundial de 1974.
La RDA, el hermano pobre socialista y muy inferior futbolísticamente hablando, se impuso a la RFA, capitalista, rica e inmensamente más poderosos en lo que a fútbol se refiere.
Este partido a día de hoy es impensable, ya que estaría en la lista de vetos de la UEFA por tratarse de países en conflicto.
Partidos prohibidos
El listado de enfrentamientos prohibidos por la UEFA lo componen: España vs Gibraltar, Kosovo vsSerbia, Kosovo vs Bosnia y Herzegovina, Kosovo vs Rusia, Ucrania vs Rusia y Armenia vs Azerbaiyán.
Un conflicto siempre latente, aunque ya en menor medida es la guerra de los Balcanes, que de vez en cuando continua generando tensiones.
Solo hay que remontarse al Mundial de 2018, cuando los albanokosovares internacionales por Suiza, Ganit Xhaka y Xherdan Shaqiri, festejaron sus goles frente a Serbia, haciendo el símbolo del águila bicéfala de Albania y fueron multados por ello.
El polvorín de los Balcanes siempre es una fuente inagotable de conflictos bélicos trasladados al fútbol.
En 2014 el partido de clasificación para la Eurocopa de 2016 que enfrentaba a Serbia y Albania terminó con una multitudinaria pelea sobre el césped, derivando en graves incidentes en varias ciudades de la antigua Yugoslavia.
Durante el partido un dron sobrevoló el césped portando una bandera de la Gran Albania, símbolo de la reclamación histórica de territorios fronterizos pertenecientes a otros Estados.
A la pelea entre dos rivales por hacerse con la enseña le sucedió una batalla campal y a esta una invasión de campo y la consiguiente persecución de los jugadores albaneses. Tras el partido se sucedieron los disturbios en Montenegro, Serbia, Austria y en la propia Albania.
En busca del casus belli
La guerra de los Balcanes estuvo presente en el fútbol incluso antes de iniciarse y, por desgracia todo sucedió en el mejor momento futbolístico de Yugoslavia.
Desde la muerte del Mariscal “Tito” en 1980 los conflictos étnicos fueron derivando en un nacionalismo centrífugo de los diferentes países que componían el Estado socialista de Yugoslavia.
Nacionalismos, todo sea dicho, fomentados y financiados por las potencias occidentales capitalistas interesadas en alimentar cualquier conflicto interno.
Yugoslavia era un país socialista compuesto por 6 repúblicas, 4 lenguas, 2 alfabetos, 5 nacionalidades y 4 religiones.
Curioso es el caso de la victoria de los yugoslavos en Eurovisión en 1989, donde la alegría inicial acabó derivando en un conflicto estatal.
La tradición del concurso designa como organizador al vencedor de la edición anterior y al tratarse de un grupo croata, se designaron Zagreb como sede.
Esto fue interpretado como una ofensa imperdonable por parte de Serbia, que esperaba que se organizara el concurso en Belgrado. Esas tensiones rápidamente contagiaron al mundo del fútbol.
Guerra en el fútbol
El 13 mayo de 1990 se enfrentaron dos de los clubes más potentes de la liga yugoslava, el Estrella Roja de Belgrado (serbio)y el Dinamo de Zagreb (croata). Ese partido solo podía leerse en clave nacionalista, con cada equipo enarbolando la bandera de su nación.
Todo esto coincidió con la mejor generación de jugadores yugoslavos de la historia, que ya había asombrado al mundo ganado el Mundial juvenil de Chile en 1987. Muchos ellos estaban presentes en aquel partido.
El Estrella Roja conquistó la Copa de Europa al año siguiente, con estrellas de talla mundial como Stosic, Prosinecki, Stojkovic, Savicevic o el rumano Belodedici.
Los croatas tampoco tenían nada que envidiar a sus vecinos, con Suker, Peternac, Ladic, Mladenovic, pero, sobre todo el talentoso Boban.
Antes del encuentro saltó la chispa en las gradas entre los ultras nacionalistas independentistas croatas, los Bad Blue Boys y los paneslavistas serbios, Delijes («valientes») que llegaron al estadio rival quemando banderas y destrozando todo lo que hiciese referencia a Croacia, acompañado de un cántico nada amigable: «¡¡Venimos a matar a Tujdam!! ¡¡Zagreb es Serbia!!»
En pocos segundos el graderío era una batalla campal con piedras, palos, asientos y cualquier cosa que pudieran empuñar.
La patada de Boban
La policía, de mayoría serbia, inicialmente no intervino, pero cuando lo hizo se cebaron especialmente con los croatas y mostrando cierta pasividad o indulgencia con los serbios.
Los jugadores del Estrella Roja corrieron al túnel de vestuarios, pero los de Dinamo se quedaron pidiendo a la policía que pacificara a los serbios y no se excedieran con sus compatriotas. Algunos como Zvonimir Boban no pudieron contener la rabia ante tal injusticia.
Las imágenes muestran al joven Boban corriendo en auxilio de un compatriota que estaba siendo apaleado brutalmente por un policía, derribándole con una brutal patada.
Este gesto se convirtió en símbolo del nacionalismo croata y fue interpretada por su pueblo como un acto de valentía, convirtiéndole en héroe para la causa.
Suele decirse que aquella patada de Boban inicio la guerra de los Balcanes, si no fue exactamente así, significó su triste prólogo.
Menos de un año después comenzó el conflicto armado, que a nivel de selección supuso la perdida de Yugoslavia de su plaza para la Eurocopa de 1992, cediendo su puesto a la futura campeona, Dinamarca.
Futbolísticamente, la guerra se tradujo en un éxodo masivo de la mayor parte de los grandes jugadores que había albergado el campeonato yugoslavo.
Muchos de los ya mencionados formaron parte de los grandes clubes de Europa durante los 90, consiguiendo grandes logros lejos de su tierra.
Nunca sabremos hasta donde podría haber llegado aquella gran generación repleta de talento, ya que, al disolverse la antigua Yugoslavia se vieron obligados a competir por separado en las selecciones de sus respectivos jóvenes estados.