Fue una chapuza en toda regla. La organización de la Copa del Mundo era es mejor escenario posible para mostrar al mundo que España había superado la dictadura franquista. El país entero se ilusionó. No era para menos.
Quedaban aún 5 meses para que el balón echase a rodar, pero el Mundial de Naranjito dio sus primeros pasos el 16 de enero de 1982. Todo el planeta futbolístico estaba pendiente del Palacio de Congresos de Madrid. Para lo que ocurrió allí se acaban los calificativos.
Caos organizativo
El destino de los 24 participantes en la duodécima edición de la Copa del Mundo se decidió en los mismos bombos en los que sale el “Gordo” de la Lotería de Navidad.
La mesa presidencial la ocuparon los mandamases del fútbol mundial, Joao Havelange presidente de la FIFA, su secretario general Joseph Blatter, Hermann Neuberger del Comité Organizador y Pablo Porta, máximo mandatario de la Federación Española de Fútbol.
El de 1982 fue el primer Mundial con 24 selecciones y como quedó demostrado en aquella dantesca escenificación, ni los propios organizadores tenían demasiado claros los criterios del sorteo.
Días antes Bélgica y Francia reclamaron enérgicamente que habían “puesto a dedo” Inglaterra como cabeza de serie pese a que ambas poseían mejores resultados deportivos que los inventores del fútbol, pero sus súplicas cayeron en saco roto.
En este clima de confusión empezaron a salir las bolas. Bélgica quedó encuadrada en el mismo grupo que Italia y Escocia junto a Argentina. En estas apareció Blatter para cambiar a los belgas al grupo de la albiceleste y a los escoceses junto a los brasileños.
La explicación era simple pero su ejecución fue de todo menos transparente. Perú y Chile no podían enfrentarse en la primera ronda a Argentina o Brasil y con lo que había deparado el azar inicialmente el enfrentamiento sudamericano era inevitable. Una chapuza en toda regla, pese a que supuestamente en el ensayo general todo había ido sobre ruedas.
Dichosas bolitas
En medio del caos generalizado, una bola se quedó atascada en el bombo y al extraerla a la fuerza cayó al suelo y se abrió, dejando ver que Honduras se enfrentaría a la anfitriona. Entre risas el niño de San Ildefonso la llevó a la mesa presidencial. El despropósito iba en aumento
Poco después otra bola quedó encallada (eran demasiado grandes) y como no había manera de sacarla, tuvieron que ir retirando el resto de bolas hasta que lo lograron, poniendo de manifiesto que la planificación había sido desastrosa.
Curiosamente aquella bola pertenecía a Austria, que quedó encuadrada en el grupo 2 junto a Alemania, dos conjuntos que protagonizaron el “biscotto” más recordado del torneo.
Por todo esto no cabe duda que el sorteo del Mundial 1982 fue, es y seguramente será el más esperpéntico en la historia del fútbol.