Cuando digo Wimbledon, todo el mundo pensara en raquetas, polos blancos, Grand Slam y leches de esas. Pero no hijos no. Wimbledon no es solo un torneo de tenis.
Su profesionalización llegó gracias a los éxitos deportivos, al pasar de la base del fútbol profesional inglés a codearse con la élite en solo 4 años.
Contando las temporadas por ascensos, salvo la de su debut en lo que hoy sería la First Division (2ª división), donde permaneció dos años hasta lograr subir de categoría.
Aquel equipo nacido en un suburbio del sur de la city se plantaba en la Primera División inglesa, considerada por muchos la mejor Liga del mundo en aquel momento.
Aquella temporada 86-87 muchos pensaron que su éxito era flor de un día y que el modesto club no llegaba para quedarse. Nada más lejos de la realidad. Los “rookies” dieron la cara y consiguieron un más que meritorio sexto puesto, llegando a liderar la tabla en algún momento de la temporada.
Los campeones fueron los Toffees del Everton, seguidos por sus vecinos del Liverpool. Clubes míticos como Newcastle, Manchester United o Chelsea quedaron en la parte media baja de la tabla… que tiempos aquellos.
Entre los descendidos ese año estaba el hoy intocable Manchester City o el popular Leicester.
Tapando bocas
Los Wombies consiguieron tapar muchas bocas esa temporada. Pasaron de ser la cenicienta de la competición y claro aspirante a descenso en todas las casas de apuestas a competir de tú a tú con los grandes. Y los grandes de esa época, eran muy grandes. No olvidemos que el Liverpool llevaba dos finales de Copa de Europa seguidas y el Everton había ganado la Recopa de Europa la temporada anterior.
Aquel equipo funcionaba en muchos aspectos como una cuadrilla de amigos. Habían logrado formar un bloque compacto tan efectivo como peculiar.
Pronto serían conocidos como The Crazy Gang que podría traducirse como la pandilla loca. Su once habitual estaba compuesto por míticos como su capitán y guardameta Dave Beasant, Dennis Wise o John Fashanu, hermano del icónico Justin Fashanu. Ese año se les unieron el aún desconocido Vinnie Jones o Laurie Cunningham.
Cunningham era un trotamundos en el ocaso de su carrera. La Perla Negra jugó entre otros en el Real Madrid, Sporting de Gijón, Manchester United, Olympique de Marsella o Rayo Vallecano, equipo en el que militaba cuando perdió la vida en un accidente de tráfico.
Cruzando la línea
Mención aparte merece Vinnie Jones. Durante años encarnó la imagen del jugador duro por excelencia. Cruzando más de una vez la línea de lo antideportivo.
No destacaba por su buen trato del balón, pero se convirtió en un fijo por sus efectivas labores defensivas. Llegó incluso a ser multado con 20.000£ por su conducta violenta y advertido de ser sancionado de por vida.
Entre sus actuaciones más conocidas está el marcaje al también polémico y a la vez formidable Paul Gascoigne, al que llegó a agarrar por los testículos. A día de hoy es el segundo jugador con más expulsiones en la Premier.
El bueno de «Gazza» declaró:
Vinnie Jones no solo fue capitán del Wimbeldon FC. Era su icono. Su buque insignia. A su lado hasta Goikoetxea parece más tierno que el día de la madre…
Hizo de dicha imagen una virtud, llegando a protagonizar el documental Soccer’s Hard Men (Para mi amigo Gutxi, Los Hombres Duros del Fútbol).
Tras su retirada sacó el máximo rendimiento a su imagen y se dedicó al cine, apareciendo en multitud de largometrajes como Lock, Stock and Two Smoking Barrels, X-Men o Snatch. Siempre haciendo de tipo duro. Aquí tenéis la recopilación de sus mejores jugadas. No hay regates.. ni besos… ni abrazos.
Una pandilla muy loca
La Crazy Gang es fundamentalmente recordada por esa imagen de locos que jugaban al fútbol. Muchas de sus diabluras trascendieron a los medios de comunicación.
Bromas tan inocentes como quemar la bolsa de deporte de algún compañero con sus cosas dentro. Untar coches con vaselina pura. Vaciar el despacho del entrenador de turno, muebles incluido, ya sabéis, lo normal…
Según ellos mismos las peores bromas no salieron nunca de aquel vestuario. Se dice que hasta el presidente Sam Hammam participaba como uno más. Él mismo llegó a declarar: «En este club los únicos hooligans son los jugadores«.
A pesar de esa imagen cómica y gamberra, por lo que sí se hicieron respetar fue por su juego. Tan vulgar como efectivo. Su estilo no compartía nada con el del Dream Team o la Holanda de Cruyff.
Destacaban por su férrea defensa y el juego duro. Moviéndose como pez en el agua en partidos broncos y trabados. Su seña de identidad es lo que la prensa bautizó como “Kick and rush” (patada y a correr). Me gusta más el termino de mi infancia “patapum pa´rriba”
Se convirtió en un abonado al 1-0.“Ha sido el típico gol del Wimbledon: triste, miserable, pero muy eficaz”.
Su estilo de juego más de un detractor y recibió muchas críticas, como cuando Gary Lineker dijo:
Después de aquel meritorio sexto puesto en su debut en la máxima categoría intercaló temporadas en la parte, con otras en mitad de tabla aunque sin pasar apuros.
Qué tarde la de aquel día
Uno de los gallitos de la competición, el Liverpool se alzaba con el título de Liga 87-88, además se plantaba en la final de la FA Cup. Su rival en aquella final serían los indomables jugadores del Wimbledon FC.
Los Dons no eran ni mucho menos favoritos. Era un milagro que un equipo amateur apenas 10 años disputase aquel partido en Wembley.
El Liverpool por su parte no solo partía con la vitola de favorito. Todo el mundo le daba como vencedor de aquel desigual duelo. El último club inglés campeón de Europa frente a un equipo de barrio.
Aquella tarde de mayo de 1988 todo comenzó como marcaba el guión. El Liverpool acosaba la meta defendida por Dave Beasant, pero unos minutos antes del descanso Lawrie Sánchez cabeceaba un tiro libre lateral botado por Dennis Wise batiendo a Grobbelaar.
Los Reds asediaban la meta Wombie sin parar mientras que los londinenses se defendían cual gato panza arriba. Cumplida ya la hora de partido Goodyear derrina a John Aldridge dentro del área y el colegiado señala penalti.
Cuando todo hacía presagiar lo peor para los Dons, Dave Beasant adivina el lanzamiento del propio Aldo y detiene la pena máxima para frustración de la grada Red, que veía como pasaban los minutos y su equipo era incapaz de empatar el encuentro. El marcador no se movió.
Al finalizar el partido la prensa se hizo eco de la famosa frase que definía lo sucedido aquella tarde: «The Crazy Gang ha derrotado al Culture Club «.
El Wimbledon FC se alzaba con su primer y único título de su historia. Por desgracia para ellos seguía vigente la sanción que impedía a los clubes ingleses disputar competiciones europeas tras la tragedia de Heysel en 1985, por lo que no pudieron disputar la Recopa de Europa de la temporada siguiente.
Cayendo en el olvido
Desde 1912 el Wimbledon había jugado como local en Plough Lane, el modesto campo donde sus seguidores solían abarrotar las gradas, pero desde 1991 la normativa europea obligó a cambiar de sede sus partidos como local porque el viejo campo no cumplía la normativa.
Comenzó a jugar en Selhurst Park, estadio ubicado al sur de Londres y que compartía con el Crystal Palace. En mayo del 2000 el Wimbledon FC descendía de categoría, ya poco quedaba de aquellos gloriosos años 80.
Los nuevos propietarios en busca de un estadio propio decidieron trasladar el club a Milton Keynes, una ciudad a casi 130 km de su ubicación original.
Se encontraron con la oposición frontal de toda la masa social del club, pero finalmente lograron su objetivo. Los aficionados fueron perdiendo el interés por la distancia y el desarraigo.
El 1 de julio de 2004 se produjo la refundación del club pasando a ser el Milton Keynes Dons. Incluso cambiaron sus característicos colores azul y amarillo por el blanco. Los aficionados nostálgicos fundaron el Wimbledon AFC siguiendo los patrones originales del club.
Hace pocos años se encontraron por primera vez en la misma categoría y el AFC Wimbledon vengó su honor no solo sobre el césped, también superando en la clasificación al Milton. En Salamanca existe un caso muy similar a este
Desde 2015 el ayuntamiento de Londres autorizó un plan para construir sobre los terrenos del viejo Plough Lane un estadio que permita volver a los Wombies a su lugar de origen, su hora espiritual.