La década de 1930 fue una de las más convulsas en la historia reciente. Ya en la disputa de la tercera edición del torneo, la selección española se ausentó al encontrarse inmersa en una Guerra Civil.
Alemania y Brasil se postularon como las candidatas a organizar el Mundial de 1942, pero el estallido de la contienda bélica tres años antes hizo que la FIFA anulase un torneo, que la “ley no escrita” de la alternancia indicaba que debía disputarse en América.
El por entonces máximo mandatario del fútbol, Jules Rimet, decidió esconder el trofeo que llevaba su nombre en una caja de zapatos que guardó bajo su cama, para que este no fuera robado durante la ocupación de Francia por parte de los nazis.
Pese a que el conflicto finalizó en 1945, un año más tarde tampoco se pudo disputar al encontrarse el continente europeo inmerso en una profunda reconstrucción. Así Brasil se ofreció a acoger la cuarta edición en 1950.
El Mundial de Hitler
Aunque no tenga validez oficial si hubo un Mundial en 1942. La Alemania nazi vio como Mussolini tiempo antes utilizó el fútbol como herramienta propagandística y decidieron hacer lo mismo para mostrar las “bondades” de su régimen y su superioridad sobre el resto de naciones.
El 20 de abril de 1942 organizaron un partido entre Alemania y Suiza para celebra el 53 cumpleaños de Adolf Hitler. Los locales cayeron 2-1 enfureciendo al dictador, que amenazó a los futbolistas con enviarles a las trincheras si volvían a perder.
Aquel acicate sirvió para que ganasen con solvencia sus siguientes amistosos, 5-3 a Hungría, 3-0 a Bulgaria y 7-0 a Rumanía. Así con ánimos renovados decidieron convocar la final del “Mundial de 1942” contra Suecia, considerada la selección más potente del Viejo Continente con Gunnar Gren y Gunnar Nordahl como grandes estrellas.
La cita fue el 20 de septiembre de 1942 en el Estadio Olímpico de Berlín ante 98.000 espectadores que esperaban constatar la superioridad de la raza aria.
Nada más lejos de la realidad, cayeron 2-3 y Hitler cumplió su promesa enviando a los jugadores teutones a la guerra. El delantero August Klinger falleció dos años después en el frente oriental.
De aquel equipo también formaron parte dos de los grandes iconos en la conquista del primer Mundial para los alemanes 12 años después en el denominado “Milagro de Berna”, el capitán Fritz Walter y el seleccionador Sepp Herberger.
La leyenda de los mapuches
Entre la fábula y la realidad nos encontramos otro Mundial de 1942 supuestamente disputado en Patagonia. Existen vídeos del torneo e incluso un falso documental titulado “Il Mundial dimenticato”, pero al parecer todo nació en la imaginativa mente del escritor argentino Osvaldo Soriano.
Esta Copa del Mundo habría sido disputada por ocho selecciones y surgió cuando un grupo de ingenieros alemanes viajó hasta Argentina con la intención de instalar una línea telefónica que conectase el Pacífico, el Atlántico y llegase hasta Berlín.
El magnate Vladimir Otz vio como los germanos se entretenían con el balón en sus ratos libres y decidió organizar un campeonato. El Mundial de 1942, en el que participaron trabajadores de las distintas nacionalidades, argentinos, chilenos, franceses, alemanes… e incluso integrantes del pueblo mapuche.
Así fueron jugando partidos en un improvisado campo de fútbol, sin estrellas, con el terreno irregular y porterías carentes de redes y, en el que para alcanzar el súmmum del surrealismo los mapuches se impusieron en la gran final a los teutones. Una selección sin país campeona del mundo.
Una fábula con tintes de realismo mágico para tratar de edulcorar a través del fútbol una de las etapas más negras en la historia reciente de la humanidad.