¿A quién no se le escapa una sonrisa cuando ve a un Primera apeado de la Copa por un 2ªB? Salvo que el Primera sea tu equipo, claro.
En la temporada 97-98 el formato de Copa era el más habitual de los últimos tiempos, a doble partido salvo la final. Esto significaba de facto la reducción o casi la desaparición de las sorpresas, aunque no siempre fue así.

Aquel año se reconoce como la primera piedra de la etapa más gloriosa en la historia del Deportivo Alavés, apodado por sus aficionados como El Glorioso.
Esa temporada se proclamaron campeones de Segunda División, consiguiendo plaza de ascenso directo a Primera.
Dejando de lado el título de 2ª División, nos centraremos en la más que notable actuación del equipo Babazorro en la Copa del Rey.
Pasó de ser un equipo que luchaba por no descender o sobrevivir en mitad de tabla en la categoría de plata a aspirar a cotas mucho mayores.
La clave era el ambiente familiar que reinaba en el vestuario. Eran una cuadrilla de amigos como le gustaba decir a Manuel Esnal “Mané”, su entrenador y, puede decirse que líder espiritual de aquel modesto que deslumbró a propios y extraños.

Un equipo sin complejos
Mané consiguió armar un equipo supercompetitivo muy difícil de batir. A su llegada a Vitoria en el verano del 97 se produjo una reestructuración de la plantilla.
Con una inversión mínima y aglutinando jóvenes talentos por pulir o veteranos desahuciados en otros clubes formaron un conjunto competitivo y de garantías.
Incorporaron al veterano portero Leal, con una larga carrera en 2ª División. También llegó el joven defensor Óscar Téllez, el centrocampista Ibón Begoña procedente del filial del Athletic Club, a un todavía desconocido Raúl Tamudo y al ariete de la cantera blaugrana Javi Moreno.
A su excelente rendimiento en Liga añadió sus éxitos coperos, ¡ojo! Como ya hemos dicho, cuando aun era a doble partido.
La ronda previa les enfrentó al Aurrera de Vitoria, un 2ªB al que eliminaron por un exiguo global de 2-1.
En la siguiente eliminatoria tuvieron que enfrentarse a un hueso duro de roer, el histórico Real Oviedo. Sin ánimo de restarle mérito, hay que reconocer que se encontraba en horas bajas y centrado en otras metas más acuciantes.
Ese año los Carbayones descendieron a 2ª división. Los vitorianos consiguieron hacer valer el 1-0 de Mendizorroza manteniendo el 0-0 en la vuelta en el Carlos Tartiere.

Partido a partido
En segunda ronda se vieron las caras con otro Primera. El Compostela, que también perdió la categoría al finalizar esa campaña.
La ida acabó 1-0. En San Lázaro no les esperaba una tarde precisamente tranquila. El Compos se adelantó en la primera parte, igualando la eliminatoria.
En el 57′ Desio volvía a poner la eliminatoria de cara para los albiazules y obligaba a los gallegos a anotar dos goles para clasificarse.
El empate llegó en el minuto 71, pero no era suficiente. Los de Santiago siguieron buscando un premio, que estuvo a punto de llegar. Todo parecía que el valor de los goles fuera de casa decidiría la eliminatoria, pero un gol blanquiazul en las postrimerías del encuentro selló su pase.

Tras echar a dos primeras el bombo de octavos de final les otorgó el premio gordo. El todopoderoso Real Madrid. El encuentro fue uno de los acontecimientos del año en Vitoria
El club de Chamartín por si a alguien le fallan las cuentas no era precisamente una banda, aunque en Liga no carburaron y terminaron cuartos a 11 puntos del eterno rival, pero ese fue el año de «La Séptima», lograron alzar la ansiada Copa de Europa 32 años después.
Matagigantes
Aquel frío martes 13 de enero de 1998 la escuadra dirigida por Jupp Heynckes se presentó en Mendizorroza con un plantel repleto estrellas, aunque reservando a algún jugador dada la entidad del rival. ¡ilusos!
El once merengue era más que reconocible aunque con algunos de los menos habitual, Bodo Illgner, Roberto Rojas, Chendo, Karanka, Fernando Sanz, Karembeu, Redondo, Víctor Sánchez del Amo, Savio, Morientes y Dani García.
El Alavés hizo lo propio y dio descanso a algunos indiscutibles. No importaba. El potencial de los babazorros radicaba en su carácter aguerrido. Derroche físico sin límites. Todo ello unido a la motivación sobrenatural que aporta enfrentarse al todavía 6 veces campeón de Europa.
Precisamente eso marcó la diferencia. Los locales salieron a comerse el mundo, con una intensidad que hizo que una vez más la balanza se decantase por los blanquiazules en Mendizorroza.
Manuel Serrano marcaba el único gol del partido y otra vez más en aquella Copa el Alavés vencía 1-0. Este sí que era un sorpresón y le valía el merecido apodo de matagigantes.

No estaba todo el pescado vendido. No iba a ser tarea fácil apear del torneo del KO a un equipo de la entidad del Real Madrid y menos con la vuelta fuera de casa.
Machada en el Bernabéu
Para el segundo asalto en el Bernabéu, el entrenador teutón no reservó a nadie, esperando que la artillería pesada resolviera el entuerto de Mendizorroza. Illgner, Panucci, Roberto Carlos, Hierro, Karanka, Redondo, Karembeu, Raul, Morientes y Davor Suker fueron los elegidos.
Aquel 21 de enero de 1998 Mané realizó pocos cambios en su 11 y repetía el plan de partido. Un equipo compacto que funcionase como un solo hombre. Solidaridad y no escatimar en los esfuerzas serían sus señas de identidad sobre el césped.
En el minuto 9′ Pedro Riesco daba la sorpresa y adelantaba a los vascos ante un apático Real Madrid que no había salido enchufado del vestuario.
Roberto Carlos era el único jugador local que inquietaba a los vitorianos cada vez que hacía una incursión por su banda. En el minuto 14 puso la igualada. El Madrid necesitaba 2 goles más para superar la eliminatoria.
A pesar de los esfuerzos del voluntarioso Raúl González Blanco, el Madrid era un equipo predecible, aburrido, plano. Mientras que los blanquiazules estaban bien plantados y desbarataban cada intento blanco. Se defendieron como gato panza arriba.
En el 54′ Suker ponía por delante a los locales, pero el Alavés seguía creyendo que podía y querer es poder.
El marcador no se movió para desesperación de la parroquia blanca que veía a su equipo fuera de la Copa a las primeras de cambio, en enero y frente a un 2ª, eso sí ¡Qué Segunda!
La gesta del Alavés continúa
Se plantaron en cuartos de final ya no quedaban rivales pequeños y se habían convertido en un equipo temible.
Pare esa eliminatoria se cruzaron con el Deportivo de la Coruña. Los locales no pasaban su mejor momento pero desde luego eran un conjunto de gran potencial.
Una vez más los vascos se colgaban el cartel de cenicienta de la competición, pero ya no engañaban a nadie.

Vencieron 3-1 en Medizorroza y aguantaron el 0-0 en Riazor para ganarse a base de esfuerzo una plaza en semifinales.
El fin de un sueño
Por primera vez en su historia el Alavés se metía entre los cuatro mejores equipos de la Copa del Rey. Aquella semifinal les enfrentó al Real Mallorca, otro modesto en un momento dulce.
En la otra semifinal se midieron Barcelona y Real Zaragoza.
En esta ocasión algo no salió bien y los baleares asaltaron el fortín de Mendizorroza y se impusieron 1-2. Acostumbrados a milagro tras milagro la parroquia alavesista confiaba en darle la vuelta en el Lluis Sitjar.

Esta vez la carroza se convirtió en calabaza, los caballos en ratones y la cenicienta se dio de bruces con la cruda realidad. Los mallorquines, certificaban el pase a su segunda final copera con una victoria por la mínima en su estadio.
Aquella Copa del Rey fue solo el tráiler de la gloriosa película que estaba por estrenarse. Apenas tres años después deslumbrarían en el Viejo Continente llegando hasta la final de la UEFA. Sucumbieron en uno de los mejores encuentros de la historia de la competición ante el todopoderoso Liverpool.
Esta fue la mayor gesta copera de los vitorianos hasta la temporada 2016-2017 en la que alcanzaron la final del torneo del KO.
