Durante la década de 1920, antes de la creación de la Liga, en el fútbol español era casero y. muy arcaico, principalmente si se compara con el británico.
La regla del fuera de juego había cambiado recientemente, modificación que favorecía a los delanteros en detrimento de los defensores, siendo necesarios dos defensas en lugar de tres para aplicarla.
En aquel fútbol paleolítico, todo comenzaba en las islas británicas y poco a poco se iba exportando al resto del mundo.
Aquella modificación en el reglamento provocó que los equipos ingleses idearan estrategias para que los defensas forzasen el fuera de juego anulando así a los atacantes rivales. Lo que hoy se conoce como «adelantar la línea» o «tirar el fuera de juego».
Dos centrales de época
Antes de la temporada 1925-1926 el Real Madrid realizó una gira por Dinamarca, Francia e Inglaterra. Su defensa en aquel momento la formaban una pareja de centrales conocidos como «Los Pericos», Félix Quesada “Quesadita” y Patricio Pedro Escobal “El Fakir”
Este último se acercó al fútbol fruto de la casualidad. De origen riojano, emigró a Madrid para cursar sus estudios de ingeniería y en esas el Real Madrid se cruzó en su camino.
Su arrolladora personalidad combinaba a la perfección son su elegancia, lo que le valió un gran éxito entre el público femenino de la época. Era galán en toda regla.
Quesada, por su parte, era rápido y menudo, además contaba con un potente disparo que le convirtió en un especialista desde los once metros.
Eran dos defensas a la vieja usanza, toscos y brutos. Temibles en general, poseían ambos un fuerte carácter y gran peso dentro del club blanco. Ambos llegaron a lucir el brazalete de capitán.
Aquella gira influyó enormemente en el juego de «Los Pericos», sobre todo su enfrentamiento con el Corinthian FC, equipo de moda en la época por su brillante juego.
Calzón negro
El influjo fue tal, que por insistencia de Quesada y Escobal el Real Madrid lució pantalón negro durante la temporada 1925-1926
Dicho cambio se introdujo contra la opinión del presidente del club, Pedro Parages, que no tuvo más remedio que tragar viniendo de quienes venía la propuesta.
Pero no fue en lo único que se fijaron «Los Pericos». Quedaron asombrados con la compenetración de los zagueros ingleses, que tiraban el fuera de juego a la perfección una y otra vez.
Dicha estrategia caló muy hondo en la pareja, que decidió por su cuenta y riesgo comenzar a aplicarla sin el consentimiento de su entrenador, aunque al parecer no le dedicaron el tiempo necesario en el campo de entrenamiento antes de ponerlo en práctica en un partido.
Una mala idea de «Los Pericos»
En los cuartos de final de la Copa del Rey de 1926 volvió a enfrentar a FC Barcelona y Real Madrid desde el polémico duelo en el mismo torneo una década atrás.
A pesar de que los blancos comenzaron controlando el partido, terminó en naufragio, dejando la eliminatoria completamente encarrilada para los culés.
José Samitier, uno de los mejores delanteros de la época, no tardó en descubrir la argucia de «Los Pericos» y su rudimentaria puesta en escena les dejó en evidencia en repetidas ocasiones.
El partido concluyó 1-5 con cuatro goles de Samitier y uno de Piera que como poco pusieron en entredicho la pericia de los defensores merengues en su nuevo ardid.
La vuelta siguió por los mismos derroteros. La táctica de «Los Pericos» siguió sin funcionar y también cayeron en Les Corts. Esta vez 3-0.
La pareja salió muy tocada y fueron señalados por la parroquia blanca como principales culpables de la debacle.
El presidente supo aprovechar la situación y revocó definitivamente el pantalón negro, volviendo al blanco de toda la vida. Cualquiera le lleva la contraria tras aquel desastre.
Cuentan que los medios de comunicación y los aficionados estaban tan enfadados con «Los Pericos», que estuvieron un tiempo sin apenas pisar la calle por miedo a las represalias.
Divididos por la guerra
La Guerra Civil se les vino encima de forma bien diferente. Quesada en aquel momento capitán del equipo se retiró en 1936 y tras un tiempo alejado del fútbol fue seleccionador español en 1951.
Por su parte, Escobal quemaba sus últimos cartuchos en el Logroñés cuando estalló el conflicto. Reconocido militante de la izquierda republicana, trabajaba en el Ayuntamiento de la capital riojana.
Con la caída de Logroño fue arrestado y acusado de “izquierdista”, de contribuir a la resistencia, agresiones a falangistas y de prácticas contrarias el movimiento.
En 1937, ya muy enfermo recibió en la cárcel la visita de Millán Astray, que pretendía conmutarle la pena si admitía su culpabilidad y mostraba arrepentimiento. Escobal, siempre testarudo, le contestó: «Me cago en Franco y en usted».
No fue fusilado por la gran repercusión que tendría al tratarse de una personalidad archiconocida, incluso internacionalmente.
Poco después el destino quiso que el general italiano Gastone Gambara, enviado de Mussolini al conflicto, se alojase en una propiedad familiar, descubriese su historia y decidiese interceder por Escobal.
En 1940, ya terminado el conflicto armado, logró a través de la embajada italiana un salvoconducto que le llevó a La Habana, reconociéndole como víctima de “la barbarie roja”.
En 2002 falleció en Nueva York, ciudad en la que recibió un premio por su participación en el alumbrado de Queens. Siempre tuvo más reconocimiento fuera de su propio país y plasmó sus vivencias en la obra «Las Sacas«.