Lo más reseñable fue el doblete del Atlético de Madrid y que fue la primera de las dos ediciones de la Liga de 22 equipos.
El FC Barcelona tenía un equipo de entreguerras o más bien de esos que tanto gusta llamar de fin de ciclo, tal vez por ello irrumpió con fuera en la plantilla un jugador diferente, Iván de la Peña «Lo Pelat».
Con 19 años tiro la puerta abajo del primer equipo convirtiéndose en un fijo en el once titular. De la Peña era el típico jugador menudo (1,69 cm) con técnica exquisita y una visión de juego privilegiada. Uno de esos llamados «bajitos» que tanta gloria llevaron a España poco después.
Un partido redondo
Llegados a la jornada 24, las cosas no van bien demasiado bien en el Camp Nou. Estaban vivos en Copa del Rey y UEFA, pero marchaban terceros en la Liga, por detrás de sus vecinos del RCD Espanyol y, eso escocía.
Aquel 28 de enero de 1996 recibieron la visita del Real Zaragoza, que navegaba más cerca del descenso que de los puestos europeos y, que apenas unos meses antes había ganado la Recopa con el legendario gol de Nayim.
De la Peña eligió ese día para dar un autentico una clase magistral ante los maños. El primero plato fue un pase en profundidad mirando al tendido para dejar solo a Oscar García Junyent, que abrió el marcador.
El segundo un mano a mano en el que «El Pequeño Buda» definió como un crack, pero lo mejor estaba por llegar. El postre fue una auténtica delicatessen.
Si os fijáis en el golpeo, el balón no baja hasta tocar la red, no hace una parábola de vaselina. Levantó la vista y colocó el balón donde quiso. Una ejecución magistral.
Aquel gol de Iván de la Peña cerró el 3-1 definitivo. El Barça no ganó nada aquella campaña pero descubrió un diamante en bruto que les hizo ilusionarse. Un genio de otro tiempo que quizá no llegó a lo que se esperaba de él por una mala decisión.
Con 22 años fichó por la Lazio , no se adaptó al fútbol italiano y su carrera no terminó de despegar. Solo en el Espanyol y ya «talludito» volvió a encontrar la estabilidad y regularidad que necesitaba.
En mi humilde opinión su mayor «pecado» fue aparecer años antes de la gran generación de centrocampistas de La Masia. Los Xavi, Iniesta, Cesc y compañía con los que seguramente se habría compenetrado a las mil maravillas.