Los vallecanos, recién ascendidos, llegaban al ecuador de la temporada en la zona caliente de la tabla. Por su parte, el Real Madrid, vigente campeón del torneo de la regularidad, marchaba séptimo a 16 puntos del Atlético de Madrid, líder de la clasificación.
El ambiente estaba enrarecido en Chamartín, con un equipo que esa misma semana había caído en octavos de la Copa del Rey ante el RCD Espanyol y, ya sabéis, a río revuelto ganancia de pescadores. Aquella noche los futbolistas del Rayo cumplieron a la perfección con el refrán.
Rebelión vallecana
Los visitantes calentaron la gélida noche madrileña desde el primer minuto. Freddy Rincón falló en el pase, el Rayo montó una rápida contra en la que Aquino se escapó en velocidad y sirvió en bandeja el primer gol a Guilherme.
Pero la alegría dura poco en casa del pobre. Eso debieron pensar cuando apenas tres minutos después Raúl puso la igualada adelantándose a la salida de Abel Resino.
El Rayo supo aguantar las acometidas merengues y aprovechó su momento. En el 63’ Guilherme completó su doblete para dar el triunfo a los suyos. Hierro cometió un error de principiante, Aquino picó el balón por encima de la zaga rival y sin dejarla botar el delantero brasileño la empalmó poniéndola lejos del alcance de Paco Buyo.
Tras el encuentro, la Junta Directiva blanca presidida por Lorenzo Sanz se reunió de urgencia y decidió cesar a Jorge Valdano. La siguiente jornada Vicente del Bosque ocupó el banquillo de forma interina hasta la contratación de Arsenio Iglesias.
La dinámica de los blancos no cambió y finalizaron la temporada en séptima posición fuera de los puestos europeos. Por su parte el Rayo se mantuvo en el alambre durante toda la temporada y logró salvarse gracias a un gol de Onésimo en los últimos minutos de la promoción ante el RCD Mallorca.
Antes de esta victoria del Rayo Vallecano el único resultado positivo que habían sacado en el estadio del Real Madrid era el 1-1 logrado el 9 de mayo de 1993.