Un hombre cuya prometedora carrera fue cortada de raíz por los caprichos del por entonces presidente del Iraklis Thessaloniki.
En 2003, como parte de la conmemoración de su 50 aniversario, la UEFA instó a las Federaciones europeas a que eligiesen el mejor jugador de su historia. La Federación Griega se destapó lanzando un nombre desconocido para el gran público, Vasilis Hatzipanagis
Apenas jugó dos partidos con la selección helena y vistió la camiseta de dos equipos con escasa repercusión en el panorama futbolístico, como FC Pakhtakor Tashkent de Uzbekistán e Iraklis Thessaloniki de Grecia.
Pese a ello, fue un auténtico crack digno de formar parte del Salón de la Fama con el título honorífico de “Jugador de oro” junto a ilustres futbolistas como Fritz Walter, Stoichkov, Masopust, Suker, Laudrup, Di Stéfano, Fontaine, Puskas, Bobby Moore, Zoff, Cruyff, Eusebio, Hagi, Yashin, Law o Blokhin.
La complicada vida de Vasilis Hatzipanagis
Nació el 26 de octubre de 1954 en Tashkent (Uzbekistán), en una familia de exiliados griegos (madre turca y padre chipriota) a la Unión Soviética.
Huyeron del país tras el estallido de la guerra civil griega, quedando en tierra de nadie, ya que, desde ese momento su país natal les denegó la ciudadanía griega a ellos y sus descendientes de por vida.
Así, en la capital uzbeka, rodeado de miles de refugiados comenzó a darle patadas a un balón Vasilis Hatzipanagis. Era capaz de sortear rivales con pasmosa facilidad, tenía un guante en la zurda y un cambio de ritmo vertiginoso. Si a esto unimos su rizada cabellera, no es de extrañar que le rebautizaran como “El Maradona griego”.
Con 17 años firmó su primer contrato profesional con el FC Pakhtakor Tashkent, el único equipo uzbeko que participaba en la Primera Liga Soviética (segunda división), título que conquistaron por primera (y única vez) en su historia, durante el primer año de Hatzipanagis en sus filas.
Para jugar en la máxima categoría debía ser ciudadano soviético. Se nacionalizó y llegó a disputar con la selección algunos encuentros de clasificación para los Juegos Olímpicos de Montreal (1976).
Tras la caída de la dictadura militar en Grecia los exiliados pudieron regresar a su tierra, país que Hatzipanagis no había pisado en sus 21 años de vida. El Olympiakos intentó hacerse con sus servicios, pero la burocracia soviética tiró por tierra el fichaje.
Iraklis FC, “el club de su vida”
Vasilis solo tuvo una opción para poder jugar en el fútbol griego, renunciar a su ciudadanía soviética y fichar por un equipo de la región de Tesalónica, de donde era originario su abuelo.
En 1975 firmó por el Iraklis Thessaloniki, club del que por más que lo intentó ya no pudo salir, convirtiéndose en un “casi” One Club Man a la fuerza.
Al igual que sucedía en Rosario con su coetáneo Trinche Carlovich, miles de apasionados aficionados poblaban las gradas del Estadio Kaftanzoglio para ver a Vasilis Hatzipanagis en acción.
Allí jugó 15 años, disputando 281 encuentros y anotando 62 goles. Además, en 1976 conquistaron la Copa de Grecia, único título en la historia del equipo de Tesalónica junto a la Copa de los Balcanes de 1985, trofeo sin validez oficial.
Apenas 3 años después de su regreso a Grecia toda la plantilla del FC Pakhtakor Tashkent falleció en una tragedia aérea.
Firmó por dos años con el Iraklis, pero el presidente “coló” una cláusula que le permitía renovar el contrato de forma unilateral. Algo similar al derecho de retención existente en el fútbol español hasta finales de los 70.
Así “El Maradona griego” se convirtió en un futbolista esclavo. Pese a sus constantes intentos, jamás pudo abandonar el club, limitando su tremendo potencial a un fútbol de segundo nivel.
Una cárcel futbolística
En 1977 se lesionó en la rodilla y aprovechó que su padre residía en Londres para recuperarse en la capital de Inglaterra. El Arsenal le hizo una oferta, pero la directiva del Iraklis se negó en rotundo.
Poco después fueron descendidos a Segunda División tras un escándalo por amaño de partidos. Vasilis Hatzipanagis se negó a jugar en la categoría por lo que fue suspendido de empleo y sueldo durante 18 meses.
En ese período de tiempo VfB Sttutgart (con los que estuvo entrenando), Lazio, Porto y Panathinaikos intentaron su fichaje, pero la famosa cláusula de su contrato siempre evitó su salida.
Pese a la esclavitud futbolística que le tocó vivir al “Maradona griego”, cuando pisaba el césped dejaba todos sus traumas a un lado. Siempre se divirtió con una pelota en los pies para deleite de los que le vieron jugar
Quizá, si el caprichoso presidente del Iraklis hubiese dado su brazo a torcer, Vasilis Hatzipanagis habría llegado a nuestros días como uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.
En 1999, con 45 años, le convocaron para un partido amistoso entre Grecia y Ghana. Jugó 20 minutos y, como siempre, deslumbró a los presentes. Entre vítores dieron el merecido homenaje a un auténtico superdotado de este deporte.