Evidentemente no todos los vestuarios son iguales, algunos funcionan como una pequeña familia; como la del EuroAlavés de Mané. Otros llegan a un punto de equilibrio y se autogestionan, como la Democracia Corinthiana o el Real Madrid de la 7ª.
También están aquellos en los que la paz brilla por su ausencia y los conflictos son rutina. Como máximo exponente tenemos la Lazio de las pistolas.
En casi todos los equipos las bromas suelen ser un algo habitual en las concentraciones, en algunos casos un pegamento que fomenta el buen clima laboral y hace piña, en otros casos auténticos actos vandálicos.
Víctimas del fuego amigo
Hay equipos han pasado a la historia por la dureza de sus bromas, como aquel Wimbledon conocido como la «Crazy Gang«.
Algunos futbolistas tienen un historial terrorífico en esta faceta. El caso de Passarella es digno es estudio. Un tipo de fuerte carácter. Capitán. Líder, que llegó a descartar a Fernando Redondo durante su etapa como seleccionador por no acceder a cortarse el pelo.
Todo lo anterior choca frontalmente con su afición a las bromas, llegando a poner pegotes de caca en los picaportes de las puertas del hotel de concentración. Tan escatológico como cuando Maicon puso su semen en el champú de David Luiz.
También están aquellos a los que padecer este tipo de chanzas forjó su carácter.
Bromas que forjan el carácter
Sorprendente es el caso de Oliver Kahn, que siendo aun un pipiolo sufría las mofas y novatadas de sus compañeros del Karlsruher SC. «El Titán» recordó en su biografía que llegaban a orinarle las piernas mientras se duchaba. Seguro que años más tarde más de uno no se atrevía ni a sentarse junto a él.
Gerard Pique, pasó de víctima a verdugo durante su estancia en el Manchester United. Cuenta que una mañana se presentó a entrenar con su nueva camiseta blanca de diseño y varios pesos pesados se la robaron. La prenda apareció vistiendo a uno de los muñecos que componen la barrera para entrenas las faltas
Con el campo completamente embarrado los compañeros se hartaron de darle balonazos hasta volverla marrón. Poco después Piqué decidió quemar las nuevas botas de Patrice Evra con el nombre de sus hijos. A punto estuvo de matarle.
El central catalán tiene algo especial con el fuego , ya que, en otra ocasión metió la moto del utilero en un contenedor y la prendió fuego. En su defensa destacar que le regaló otra nueva al día siguiente.
También se le reconoce como uno de los cerebros del ácido amigo invisible del FC Barcelona.
Xavi Hernández por ejemplo recibió un bonsai por ser le más bajito de la plantilla. Oleguer Presas una camiseta de la selección española con su nombre y dorsal. Rafa Márquez el disco de Alejandro Sanz (ex marido de su pareja) y Thuram una caña de pescar, invitándole a jubilarse.
Sin duda el mejor fue la oveja negra que soltaron en el vestuario como regalo a Edmilson después de sus polémicas declaraciones.
Fichaje frustrado…. ¿por una broma?
También en el club blaugrana fue muy sonada la broma de Maradona a «Mágico» Gónzalez.
Durante la gira americana que el salvadoreño hizo con el conjunto culé, Diego pensó que estaba dormido y quiso asustarle accionando la alarma de incendios del hotel. «Mágico» no apareció en recepción y fue sorprendido con dos chicas en su habitación.
Aquel acto de indisciplina fue determinante para descartar su fichaje. Y es que a veces las bromas las carga el diablo, si no que se lo digan a Neeskens al que una broma le costó la renovación.
Bromistas en serie. Gente peligrosa
“Quini” siempre fue un gran aficionado a las bromas, con un gusto especial por las cosas nuevas.
Su amigo «Cundi» era una de sus víctimas preferidas. Le llegó a robar el coche nuevo y se lo llevó a hacer trompos sobre el embarrado césped de Mareo.
A otro compañero le escondió una caja llena de cacas en su coche nuevo y. este se volvió loco buscando el origen de aquel insoportable olor.
También a Cundi le escondió una cucharilla de café bajo la plantilla de las botas y cuando le decía que le hacían daño le decía que había que domarlas, que la pegara de cuchara.
A Redondo, otro compañero, que estrenaba unos botos camperos, tuvo la brillante idea de pegárselos al suelo del vestuario.
En varias ocasiones robó el autobús del Sporting de Gijón y lo escondía mientras se partía de risa al ver al conductor buscarlo desesperadamente. Era una nota común en sus fechorías, cuentan que le encantaba observar a la víctima mientras se desternillaba.
En 1998 Paul Gascoigne tuvo una idea similar. Robó el nuevo autocar del equipo después de un entrenamiento con el Middlesbrough. Lo estrelló contra un parada de autobús 300 metros más allá de donde estaba aparcado.
Para asombro de los transeúntes asomó la cabeza por la ventanilla y entre risas gritó: «¿Alguien para Arlington?». La broma le costó 100.000 libras.
«Los Gremlins»
Mucho más benévolo fue Di Stefano con el inocente Paco Gento. Aún adolescente cuando llegó a Madrid, apenas había salido de su pueblo. Preguntó al argentino como se accionaba el grifo del tren para beber.
«La Saeta» le dijo que tenía que soplar, mientras accionaba discretamente el grifo con el pedal. Y allí estuvo un rato Gento soplando y soplando, mientras sus compañeros se partían de risa.
Durante los años 80 en la selección Española “los Gremlins” sembraban el terror. Un comando compuesto por Gordillo, «Lobo» Carrasco, Julio Alberto y Marcos Alonso, pero sobre todo con “Poli” Rincón a la cabeza.
Entre sus fechorías más frecuentes estaba era lanzar globos de agua o leche a los transeúntes desde las últimas plantas del hotel de concentración, quemar calzoncillos en el vestuario, desvalijar habitaciones o incluso rajar las ruedas de los coches.
Un susto de muerte
Otro de esos famosos «comandos» de bromistas lo tuvo el Valencia CF a principios de los 90.
Fernando Giner dirigía a los Camarasa, Quique Sánchez Flores, Serer, Eloy o Voro en sus trastadas.
La más sonada fue la que le hizo junto a Quique a un recién llegado Predrag Mijatovic. Ambos solían compartir habitación, pero lo arreglaron para que el montenegrino estuviese junto a Quique en su primera concentración.
Durante la primera noche, Giner se escondió en el armario de con una máscara de monstruo. De esa guisa esperó a su víctima más de una hora, hasta que Mijatovic abrió el armario para coger el pijama.
El nuevo flamante fichaje se llevó tal susto que cayó pálido al suelo y se desmayó, teniendo que ser asistido por el médico del club.
Giner llegó a pensar que se lo había «cargado» y tendría que jugar gratis el resto de su vida.